Colombia y México, espejo del fracaso: ¿sirven los abrazos contra cárteles?
Hola, amigos de POSTA , les voy a contar una historia. Era el 2005 y estuve como tres semanas en Colombia. Era pleno Plan Colombia, aquel plan contra el narcotráfico y contra la insurgencia que desarrolló Estados Unidos junto con las autoridades colombianas y que pusieron fin, prácticamente pusieron fin a muchas de las peores actividades que realizaba el crimen organizado en Colombia.
Pasaron los años, pasaron los años y las cosas se fueron deteriorando después de esos avances importantes que se habían tenido desde el aniquilamiento del cártel de Medellín y el cártel de Cali. Quedaron otros presidentes y finalmente llegó el presidente Gustavo Petro. Hizo una política, la versión colombiana de abrazos y no balazos, y a partir de ahí la situación se deterioró en forma notable.
No solamente se deterioró en forma notable, volvieron a crecer los mismos cárteles que habían quedado relegados en el pasado. Esa situación se pone manifiesto ahora con el atentado contra Miguel Uribe Turbay, este candidato presidencial de centro derecha, un joven candidato que era nieto del expresidente Turbay e hijo de Diana Turbay, una periodista y abogada que fue secuestrada precisamente en 1990 por el cártel de Medellín y asesinada por sus captores en 1991. Las historias se repiten.
Hubo muchos candidatos presidenciales allá en Colombia que fueron asesinados por el narcotráfico o por la guerrilla. La historia, insistimos, se vuelve a repetir, pero no solamente se vuelve a repetir con ellos, también se repitió con nosotros. En 2005-2006 habíamos tenido una reducción importantísima de la operación de los grupos criminales.
Los Z y otras organizaciones prácticamente habían desaparecido. Pasados los años, hubo seis años de abrazos y no balazos y hoy vuelven a ser poderosas. Y mire usted la paradoja.
Vuelven a ser poderosas con sicarios exmilitares, exguerrilleros importados de Colombia y de Centroamérica.