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La Doña Florinda argentina


Por:Sofia Otero

Ximena Pichel se ha convertido en un símbolo del clasismo y racismo que vivimos en México, de la superioridad con la que muchas personas extranjeras (y blancas) se dirigen al resto de la población.

El video en el que aparece gritándole “naco” y “negro” a un policía fue la última gota que derramó el vaso. Las condiciones parecían mandadas a hacer: la agresora era una mujer rubia que venía en un lujoso carro Mercedes-Benz; sucedió en la colonia Condesa, epicentro de la gentrificación en la capital; y Ximena no es mexicana sino argentina.

Su nacionalidad avivó el sentimiento nacionalista, y sí, también xenofóbico, pero no debemos dejar el análisis ahí. El odio que expresó Ximena no es exclusivo de las personas extranjeras, igual vive en las clases altas mexicanas y también dentro de aquella gente más abajo de la pirámide socioeconómica que padece “síndrome de Doña Florinda”.

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“Doña Florinda”, personaje de “El Chavo del 8” era una mujer que a pesar de vivir en la misma vecindad, se manejaba con arrogancia tachando al resto de “chusma”, forma menos agravante de decir “nacos”.

El filósofo argentino Rafael Ton definió el síndrome basándose en el rol interpretado por Florinda Meza. En su libro “Síndrome de Doña Florinda”, Ton explica que quien lo padece cree (erróneamente) ser de una clase superior, desprecia a sus pares y tiene características ególatras, buscando la admiración del resto de la sociedad.

La evidencia que tenemos apunta a que Ximena Pichel en efecto es una “Doña Florinda” argentina, en vez de una mujer de las grandes élites, como busca ser percibida.

Después de que se viralizó el video de su agresión al policía, las y los vecinos de Pichel declararon a Milenio que ella es morosa en el edificio donde vive, en Santa Fe. Aquí hay dos detalles importantes. Primero, que renta, no es propietaria, y segundo, que su adeudo llega a los 147 mil pesos mexicanos.

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En entrevista con Reforma, ella confirmó esta información. Por otro lado, trabaja como modelo, una industria increíblemente inestable, con ingresos fluctuantes. A pesar de estas condiciones, continúa rentando en una zona exclusiva y paseando con un coche de lujo.

Recordemos, para gente con “síndrome de Doña Florinda”, el enfoque no es lo que verdaderamente son, sino lo que pueden aparentar.

Tras la enorme indignación, Ximena intentó controlar la crisis. Emitió un comunicado donde expresó sus disculpas al policía y al resto de las personas ofendidas, y dijo que “no quiere que este momento la defina”. Hay un problema para la narrativa de la argentina: sabemos que este no fue un caso aislado.

Se difundió otro video donde ataca verbalmente a guardias de seguridad del edificio donde vive. A la mujer vigilante incluso la llamó “pinche gata de mierda”.

Al ser cuestionada sobre este suceso, Ximena dijo a Reforma que las personas de la caseta de seguridad “le hacían varias groserías”, y argumentó que “cuando la gente también se pasa de lista, pues se defiende”.

La entrevista con Reforma la expone completa. Nos da a entender su razonamiento, plagado de justificaciones a su persona. Algunas excusas que dio fueron que el día que atacó al policía estaba cansada; que anda mal emocionalmente porque falleció su madre; que sufrió un momento de ira; y que es una mamá soltera y en la vida le ha tocado defenderse.

También argumentó que no tiene nada contra los mexicanos porque su hijo es mexicano. El raciocinio suena familiar, muy parecido a: “¿cómo voy a ser racista si tengo un amigo que es negro?”.

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En una clara distorsión de la realidad, Ximena se describió como una “buena persona, simpática”. Como “prueba” dijo que “se lleva con todo el mundo, con el señor que vende tacos”.

Supongo que cuando dice que “se lleva” con el taquero no se refiere a que sea su amigo con el que se va por un esquite los fines de semana, sino que simplemente no lo agrede verbalmente, y sí lo saluda. Aplaudamos, supongo.

El caso de Ximena Pichel saltó al legislativo y hasta a la presidenta. En su conferencia del lunes 7 de julio, Sheinbaum clasificó a la argentina como una mujer “con un clasismo, un racismo aberrante”.

Por su parte, en el Senado, la legisladora de Morena, Cynthia López Castro, presentó una iniciativa para deportar a personas extranjeras culpables de discriminación.

Honestamente, lógico. Ante la crisis mediática que trae encima, Ximena le envió una carta a Pablo Vázquez, secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. Le pidió dejarla disculparse cara a cara con el policía. Sin percatarse, vuelve a mostrar arrogancia.

Pichel debe darse cuenta de que la víctima no tiene por qué volver a ser sometida a verle el rostro a su agresora.

Lo interesante es que, mientras se moviliza para pedirle perdón al policía capitalino, sobre los vigilantes de su condominio, públicamente no ha mostrado arrepentimiento. Quizás porque ese segundo video no se volvió tan viral, pero también porque las víctimas involucradas no han presentado denuncias formales (que sepamos).

¿Cómo entonces pretende la “Doña Florinda” argentina que le creamos que sus disculpas son genuinas y no solo expresiones vacías motivadas por el miedo a enfrentar las consecuencias de sus acciones?

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