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El pueblo a 35 minutos de Durango con una increíble hacienda en ruinas

Hacienda de Cacaria | Foto: Investigaciones Históricas - Durango, en Facebook
Por:Lorena Ríos

Partiendo de Cuencamé, los exploradores españoles encontraron y siguieron el cauce del río que hoy conocemos como La Sauceda, en torno al cual establecieron algunas misiones, presidios y haciendas, conforme fueron dominando el territorio.

Junto a los exploradores, viajaban los misioneros jesuitas, con la encomienda de extender el Evangelio a todas las comunidades nativas que en el territorio hubiera.

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¿Cuál es el pueblo a 35 minutos de Durango con una increíble hacienda en ruinas?

Fue así como se instaló una Misión Jesuita en el Valle de Cacaria, hoy poblado de Nicolás Bravo, municipio de Canatlán, Durango.

Este asentamiento tenía el propósito principal de acoger y educar a los indígenas tepehuanes del valle de Cacaria, pero posteriormente se convirtió en Hacienda, para dirigir las labores rurales de las tierras adquiridas por la Corona.

Bajo dicha función, se dedicó la Hacienda a la administración de los bienes y propiedades del Valle de Cacaria, llevando cuenta de la actividad agrícola y la crianza de ganado ovino y bovino.

En breve, la historia de este pueblo de Durango en el Valle de Cacaria

Los primeros misioneros jesuitas llegaron al Valle de Cacaria en 1596, encabezados por fray Gerónimo Ramírez, fundador también de la Hacienda de La Sauceda.

Saliendo de la ciudad de Durango, por la Carretera Panamericana (Federal 45), se encuentra a 45 kilómetros la ex Hacienda de Cacaria, lugar que habitaron grupos tepehuanes, y que a la llegada de los españoles se convirtió en una estancia.

Uno de sus propietarios fue doña Ana de Villarrubio, quien la llamó Santa Ana de Cacaria. Actualmente ahí se encuentra el pueblo de Nicolás Bravo, y se conserva parte de la hacienda con su torre y columnas salomónicas en el templo.

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El Valle de Cacaria dio vida a este pueblo de Durango

En sus escritos, fray Gerónimo describía el Valle de Cacaria como agreste y hermoso, bañado por un gran número de arroyuelos de poco cauce, el río La Sauceda que forma en ese sitio la Laguna de San Bartolo y un gran número de manantiales, entonces llamados ojos de agua.

Las tribus indígenas que habitaban el valle, por lo regular se ocultaban en las cañadas cercanas, pero ya confiando en los misioneros jesuitas visitaban la Misión frecuentemente y en paz.

Se dice que cerca de la hacienda existe un antiguo panteón indígena donde se conservan objetos prehispánicos como puntas de flecha, y algunos otros fragmentos de utensilios y herramientas.

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