Regresa Lin-Manuel Miranda con “In the Heights”
“In the Heights” es la oda contagiosamente alegre de Lin-Manuel Miranda a su amado vecindario de Washington Heights
ESTADOS UNIDOS.- “Soy Usnavi y probablemente nunca escuchaste mi nombre”, declara el dueño de una bodega al comienzo de “In the Heights” ("El el barrio"), la oda contagiosamente alegre de Lin-Manuel Miranda a su amado vecindario de Washington Heights. “Los reportes sobre mi fama son muy exagerados”.
Um... quizás no por mucho tiempo. Los proyectos de Miranda tienden a atraer un poco la atención.
Incluso en los anales del teatro musical, por naturaleza llenos de Cenicientas, “In the Heights” tiene una historia de fondo increíble. Comenzó hace dos décadas cuando un estudiante universitario de Wesleyan tenía tiempo extra en sus manos (su novia estaba estudiando en el extranjero), por lo que comenzó a escribir un espectáculo. La obra representaba la experiencia del inmigrante latino tal como la vio él como hijo de padres puertorriqueños. Y fusionó las cosas que amaba: hip hop, música y baile latinos, rap y, por supuesto, teatro musical.
El chico era Miranda, e “In the Heights” finalmente llegó al podio de los Tony, alzándose con el premio al mejor musical. Por supuesto, la propia historia de Miranda recién comenzaba. Faltaban años para que su innovador fenómeno de Broadway “Hamilton”.
Las comparaciones entre ambos son inevitables, pero son puestas sumamente diferentes. “In the Heights”, dirigida con descarada exuberancia por Jon M. Chu a partir de un guion de Quiara Alegría Hudes, no busca replantear la historia de Estados Unidos; utiliza el rápido juego de palabras de Miranda y un híbrido de estilos tradicionales y contemporáneos para contar la historia de una comunidad — una intersección incluso — a través de experiencias universales, como la gentrificación invasora. Esta versión actualizada también toca a los llamados “dreamers”, y una referencia de golf a Donald Trump se cambió por una a Tiger Woods. Pero su principal impulso sigue siendo los lazos de comunidad, familia y hogar. (Si te fijas bien en una canción hasta podrás ver a los padres de Miranda).
“In the Heights” también se beneficia de un exquisito sentido del tiempo: el tiempo cultural. El estreno se pospuso un año; los teatros ya están abiertos. “Lights up” (luces encendidas), comienza el contagioso número de apertura, y esas palabras son perfectas: las luces iluminan Washington Heights, sí, pero también una Nueva York reanimada, donde muchos están poco a poco retomando el ritmo prepandémico después de un año miserable, ansiosos por tener experiencias compartidas. “In the Heights” es una obra que sabe interpretar el estado de ánimo de la sala: una película sin una pizca de cinismo que, lejos de ocultar sus sentimientos, los exhibe con orgullo y te desafía a sumarte a la fiesta. ¿Dos amantes bailando de pronto sobre el costado de un edificio? ¿Un número de baile al estilo de Busby Berkeley en una piscina de la ciudad? Sí. Y sí.