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Así viven los privados de la libertad que pertenecen a la comunidad LGBTIQ+ en Nuevo León


Por:Yarince Torres Gutiérrez

A Edison le bastó un año en prisión para liberarse del secreto que mejor guardaba en su interior. Se convirtió en esa persona que tanto detestaba antes: se declaró bisexual y se unió a la comunidad LGBTIQ++. Y lo hizo en uno de los ambientes considerados más hostiles para ese grupo poblacional: la cárcel.

El joven de tez morena, con enormes ojos oscuros que parecen limones y con apenas 24 años de edad, reconoce lo difícil que fue mantener en secreto su sexualidad. Con esa voz fuerte que lo dota de seguridad, expresa: "lo que no pasó afuera, lo viene hacer aquí".

Lo que también reconoce es que, antes de declararse parte de la comunidad lésbico gay, fue un violentador de la comunidad a la que ahora pertenece.

"Antes de que yo fuera de la comunidad, discriminaba. Era una persona reservada que no lo quería dar a notar. Si me metía con homosexuales, era discreto. Veía homosexuales y los discriminaban, los humillaba; pero, aquí viene a conocer el verdadero amor de una persona que es transexual", confiesa Edison.

 

El 4% de los presos pertenecen a la comunidad LGBTIQ

De las 220 mil 447 personas privadas de su libertad que existen en México, ocho mil 719 personas se identifican como LGBTIQ+, lo que equivale apenas al cuatro por ciento, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2021 elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Del total, cinco mil 854 personas se identifican como bisexuales, dos mil 494 como homosexuales y 552 como hombres trans, travestis o transgénero.

"Mientras que en el estado de Morelos más del 12 por ciento de la población penitenciaria no se reconoce como heterosexual, en Sinaloa solamente es el 2.1 por ciento", se detalla en Diversidad y Derechos. Diagnóstico sobre el acceso y ejercicio de derechos de las personas LGBTQ+ privadas de la libertad en México.

En diagnóstico elaborado por la organización CEA, Justicia Social y la Embajada de Nueva Zelanda resaltan que los estados con poblaciones relativamente altas de personas LGBTIQ+ como Yucatán, con el 8.7 por ciento; Sonora y Veracruz, con el 5.6 por ciento; así como Campeche y Tabasco, con el 5.5 por ciento.

Se estima que ocho de cada 10 personas que fueron discriminadas por su orientación sexual reportaron que quienes lo hicieron fueron otras personas privadas de su libertad, mientras que 4 de cada 10 por personal de custodia y uno de cada 10 por personal técnico perteneciente a las áreas de psicología, servicio social y más.

El informe reporta que los actos de discriminación más comunes que sufren las personas pertenecientes a la comunidad son: el 91.6 por ciento fue víctima de humillaciones u ofensas, como son las burlas: el 20.9 por ciento fue ignorado; el 20.2 por ciento fue víctima de empujones, patadas o golpes con las manos.

En tanto, al 13.7 por ciento de la población le negaron o limitaron el acceso a un bien o servicio; el 12.7 por ciento fue amenazado de muerte o con armas blancas o de fuego; el 10.9 por ciento reportó que le negaron participar en alguna actividad; el 7.9 por ciento denunció daños a su ropa y objetos personales; y el 7 por ciento fue víctima de golpes con objetos contundentes.


"La mayor fuente de discriminación al interior de los centros penitenciarios son otras personas privadas de la libertad. No obstante, la cantidad de autoridades y personal de apoyo que es identificado como responsable de estos malos tratos no es menor. Esta situación requiere de la atención urgente de la administración de los centros penitenciarios", se alerta en el informe.

Katia fue víctima de discriminación

Katia cuenta que también fue víctima de comentarios homofóbicos de otros reos cuando compartía celda con el resto de la población general. Aunque no detalla cuáles fueron los malos tratos que recibió, ahora dentro del pabellón que dirige la organización el Faro en el Camino asegura que ha recuperado la voz que en un momento sintió que le habían arrebatado.

"Al fin se nos está dando voz aquí adentro también. Porque anteriormente no teníamos mucha voz aquí, a nosotros nos discriminaban, nos decían cosas que no, ahorita nos están dando nuestro lugar, nuestro espacio en donde estamos toda la comunidad, estamos dentro de un módulo, donde estamos pura comunidad', dice.

Katia, una joven de 28 años de edad y con cuerpo voluminoso, cuenta que la oportunidad de vivir su sexualidad le ha permitido mejorar su calidad de vida en el interior de la cárcel: "le estamos echando ganas en cuestión de tener una mejor de tener una estancia aquí" , comparte.

Ahora su ilusión es planear su boda: "Nos dijeron que iban a hacer, que nos iban a apoyar con todo, que solamente son exámenes, prenupciales y mi pareja y yo estamos muy contentos, estamos dando ese paso grande".

Un arcoíris en la oscuridad

Edison forma parte de las 102 personas que integran la comunidad declarada como LGBTIQ+ y que permanece en el pabellón especializado al interior del Centro de Reinserción Social Norte 2, ubicado en Apodaca, Nuevo León.

Rubén Maza, coordinador de los Programas de Diversidad Inclusiva de la organización civil el Faro en el Camino en el Centro de Reinserción de Apodaca número 2, habla de la importancia de que las personas que pertenecen a la comunidad LGBTIQ++ tengan un espacio en el que se sientan seguros de expresar públicamente su sexualidad, sus sentimientos y pensamientos.

"Antes el tema que se trabajaba en los centros de reinserción era un tema de supervivencia. (Los reclusos) tenían que estar pensando que al día siguiente tenían que sobrevivir porque se les atravesaba (una lista de problemas): estar privadas de su libertad, ser de la comunidad, tener una expresión que tal vez no entraba en las expectativas sociales del género. Esto, los acercaba a un mayor índice de violencia", explica en entrevista para POSTA.

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Sin embargo, este ambiente de hostilidad ha cambiado ahora que los reclusos viven en un espacio más seguro.

"Ahora quizá su mayor preocupación es poder generar su plan de actividades, trabajar su proceso de reinserción social y proyectar su futuro, cuando logren salir del centro de reinserción", dice Maza.

El coordinador comparte que los programas se trabajan con dos enfoques: el primero, se concentra en el tema del respeto de los derechos humanos, "en el cual hacemos que las personas se identifiquen como personas sujetas de derechos, a pesar de estar privadas de su libertad".


"El otro se ve desde un punto de vista de desarrollo humano y de atención psicosocial, en el cual las personas a través de diferentes actividades, tanto lúdicas, artísticas, de intervenciones psicosociales, pueden expresar lo que sienten, lo que viven y transformar sus emociones negativas a positivas y a planificar su futuro", explica.

La otra libertad de Edison

Concentrarse en el pabellón del arcoíris en el centro de reinserción social de Cadereyta, le ha permitido a Edison vivir su sexualidad, un derecho que no se podía permitir cuando vivía libremente. Ahora este pabellón se ha convertido en su refugio, en el que comparte momentos íntimos con su pareja transexual.

"Tengo mi pareja que es trans. Tengo cada semana, mi íntima. Fue un batallar también cuando estuve en el uno (centro de Reinserción Social 1 de Apodaca), pero me la dieron en Cadereyta como hace dos años. Y agradecidos con Rubén (coordinador de los Programas de Diversidad Inclusiva) y Marcos (presidente de la A.C. Faro en el Camino) por el apoyo que nos han dado con las actividades que hemos hecho aquí", dice el joven.

Edison se siente tan afortunado de vivir en libertad su sexualidad que ha considerado casarse en una boda colectiva al interior del penal.

"Ando viendo también que me voy a casar, estoy esperando que nos den las fechas para podernos casar, hacer legalmente nuestra relación', comparte.

"Aquí casi no nos discriminan, las autoridades están capacitadas para estar con personas no vulnerables, porque muchos dicen que somos pero no somos vulnerables. No es una enfermedad ser homosexual, ser bisexual, ser transexual, como muchos nos han juzgado afuera, como si fuera un virus ser homosexual', subraya.

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