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La Fe que une: Matlachines, comida tradicional y devoción en la Basílica de Guadalupe


Por:Rosy Sandoval

Cada diciembre, la Basílica de Guadalupe en la colonia Independencia se convierte en un punto de encuentro emocional. 

Ya es tradición para familias enteras en Nuevo León y más allá. Foto: Rosy Sandoval

No importa la hora, el día o la distancia: miles de fieles emprenden la marcha para agradecer, pedir, llorar, celebrar y reencontrarse con la Virgen de Guadalupe, como ya es tradición para familias enteras en Nuevo León y más allá.

¿Qué marcan las tradiciones de la Guadalupana? 

Desde muy temprano, las peregrinaciones avanzan a paso firme. Algunas son encabezadas por estandartes y flores; otras, por familias enteras que llegan caminando desde colonias lejanas.

Hay quien lo hace en silencio, y también quienes viajan en grupo, cantando y rezando al unísono. Lo que los guía es un solo deseo: llegar al templo y dejar una plegaria a los pies de la Morenita.

Antes incluso de ver el templo, se escucha a los matlachines.

Cada uno asegura tener “el mejor sabor casero”. Foto: Rosy Sandoval

Su zapateo retumba entre los muros, mientras los tambores marcan el ritmo y sus trajes de colores vibrantes llaman la atención de los visitantes. Ellos danzan para agradecer, para pagar mandas y para honrar la fe que los ha acompañado toda la vida.

¿Qué significado tienen mis listones de colores a la entrada del Santuario? 

A pocos pasos de la entrada principal, un corredor de listones multicolor ondea al viento: ahí, hombres, mujeres y niños escriben sus deseos o agradecimientos. Algunos dejan nombres, otros fechas, otros promesas… pero todos dejan esperanza.

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¿Quienes son los vendedores que han hecho historia? 

Entre el vaivén de la gente aparece don Manuel, “el señor de las fotos”.

Con su cámara colgada al cuello ha capturado recuerdos por más de 50 años.

Ha fotografiado peregrinos que hoy vuelven con sus hijos y nietos.

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Unos pasos más adelante está la “doñita” de los calendarios.

Sin necesidad de anuncio, su puesto de madera se reconoce con facilidad: ahí se venden almanaques tradicionales con la imagen de la Virgen y frases de fe que cuelgan como bendiciones caseras.

¿Cuáles son esos sabores que sostienen el alma?

La tradición también se come.

Y en los alrededores de la Basílica, el aroma del champurrado recién hecho se mezcla con el del maíz tostado y el aceite caliente de los churros.

Ahí encontramos a Edgar Covarrubias, uno de los pocos que aún prepara churros artesanales a mano. Él amasa, corta, fríe y sirve con paciencia. Su puesto también ofrece tostitos con elote para los que buscan algo distinto.

Más adelante, las fondistas invitan a probar platillos clásicos:

Pambazos, chiles rellenos, flautas, enchiladas, quesadillas y antojitos de todo tipo. Cada uno asegura tener “el mejor sabor casero”, porque aquí la cocina tiene competencia… pero también tradición.

Y para los pequeños y no tan pequeños hay un destino imperdible: los caramelos de todos colores. Los hay brillantes, en tiras, en figuras y envueltos como tesoros dulces.

Visitar la Basílica de Guadalupe no es solo llegar al templo.

Es caminar entre historias, olores, rezos y colores.

Es encontrarse con la fe hecha rutina y con la tradición hecha abrazo.

En los alrededores de la Basílica de Guadalupe. Foto: Rosy Sandoval

Este año, los comerciantes ya están listos para recibir a quienes lleguen con el alma llena de esperanza.

La Basílica de Guadalupe recibe cada día a miles de fieles que llegan a agradecer y pedir.

Entre matlachines, listones de peticiones, comida tradicional y la foto del recuerdo, la fe se vive y se siente.

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