Síguenos

A profundidad, ¿qué es el privilegio?


Por:Carolina Hernández

Lo dice desde el privilegio. Es una privilegiada. Su privilegio le ciega… La palabra privilegio está en muchas conversaciones y en casi todas, divide opiniones.

De un lado están quienes asumen que cuando se cuestiona el privilegio de alguien se hace por envidia, por resentimiento. Y del otro, quienes aseguran que al señalar no se busca atacar a quienes lo poseen, sino evidenciar las ventajas estructurales que perpetúan desigualdades.

El problema es cuando usamos la palabra privilegio como insulto moral en vez de como categoría analítica: porque entonces pierde utilidad y genera reacciones defensivas que impiden ver lo importante: que hay personas que son beneficiadas por el sistema social en el que vivimos y que esos beneficios no dependen de la voluntad individual.

Pero empecemos por el principio, ¿Qué es el privilegio?

Acá te lo explico a profundidad.

Te puede interesar....

El privilegio es un conjunto de ventajas acumuladas (económicas, culturales, simbólicas y legales) que facilitan el acceso a bienes y a oportunidades. El privilegio no es una acusación moral. 

Quienes viven en el privilegio son personas que tienen mejores redes laborales, tienen acceso a una escuela de calidad, pueden pagarse un historial médico adecuado, la calle donde viven tienen seguridad, porque su vivienda está en una zona con buena plusvalía… 

¿Eso es malo?

No, no, no… al contrario. Es lo que todas y todos deberíamos poder tener.

El asunto es que, esas ventajas suelen estar asociadas a la herencia, al color de piel, al poder político o al estatus social y operan de manera invisible: quien las tiene, las percibe como normales; quien no, las identifica como ausencia o barrera.

Pero entonces, ¿es su culpa tener privilegios? No. 

La idea de evidenciar a quienes tienen esos privilegios no es —o no debería ser— solo para exponerles o juzgarles, sino para abrir la conversación sobre cómo redistribuir oportunidades en lugar de normalizar una brecha que parece natural, pero es profundamente injusta.

Vamos con los números.

Te puede interesar....

De acuerdo con datos del INEGI, en México más del 29.6 por ciento de la población no tiene derechos sociales básicos.

Es decir, en este país 3 de cada 10 personas no tiene garantizada la educación, la salud, la seguridad social, la vivienda o la alimentación; y su ingreso mensual no es suficiente para adquirir una canasta alimentaria básica ni pagar los servicios necesarios.

Eso explica por qué el “esfuerzo” individual no siempre se traduce en movilidad real. 

O sea, hay un montón de personas que se esfuerzan, se levantan temprano, trabajan, le echan ganas y aun así, no pueden pagarse una vida digna.

En México, la riqueza está extremadamente concentrada en unas pocas manos. Hay pocos que tienen mucho, y muchos que tienen poco.

Decir “es que trabajó para lograrlo” es cómodo porque individualiza la explicación y también oculta lo que no es mérito: capital heredado, redes de poder, educación privada, salud, protección legal.

Las investigaciones sobre movilidad intergeneracional en México —es decir, qué tanto de verdad las generaciones que nacen en pobreza pueden salir de ella— muestran que la posición socioeconómica de los padres explica una gran parte del resultado económico de los hijos.

Es la “escalera social” que está rota para muchas personas. Por lo que el ascenso depende más de condiciones de origen que de un esfuerzo puro. 

No son emociones. Estudios nacionales y análisis internacionales del tema lo confirman. Bueno, sí, y eso qué tiene qué ver con que le tengan envidia a la gente privilegiada.

Te puede interesar....

No es envidia, es evidencia.

Por ejemplo, en este país existe, de manera documentada, se sabe que existe una jerarquía social basada en el color de piel. Funciona como un marcador que condiciona oportunidades. 

Los datos de encuestas oficiales muestran que el tono de piel está correlacionado con niveles educativos, acceso al empleo y percepción de discriminación.

Estudios y encuestas como la Encuesta Nacional sobre Discriminación registran porcentajes significativos de personas que identifican el tono de piel como motivo de discriminación.

Otras mediciones han documentado que personas de piel más oscura tienen mayores probabilidades de rezago educativo y menos acceso a movilidad intergeneracional.

Reducir el señalamiento de desigualdades estructurales a una emoción negativa como la envidia o el resentimiento es una forma de invalidar la conversación y restarle importancia al problema.

Recordemos que el privilegio deja de ser individual cuando explica una desigualdad colectiva, y que nadie está en contra de que las personas puedan tener una vida sencilla y resuelta, pero sí de que eso se disfrace de esfuerzo personal.

Y claro, es más fácil atribuir el señalamiento a un defecto individual (tú eres envidiosa, tú estás resentido) que admitir que el punto de partida no es igual para todas y todos. 

Simplemente, tú, sí, tú que te quedaste hasta esta parte del video. Piensa en algo que hayas logrado y que dices: lo hice solo, sola.

Ahora pregúntate: ¿a qué recursos tuviste acceso?, ¿quién te conectó?, ¿tuviste seguridad para estudiar? Tener eso no borra el esfuerzo, pero coloca tu experiencia en un contexto distinto al de otras personas. 

Porque seamos claros: cuando alguien dice que en México el 10% más rico concentra más del 57% de la riqueza nacional, no lo hace necesariamente porque quiera la camioneta blindada del rico de la colonia de enfrente, sino porque los números exhiben un país fracturado. 

Cuando una mujer recuerda que gana 14% menos que un hombre en el mismo puesto, no está “ardida”: está describiendo una brecha documentada. 

Y cuando una persona de piel morena denuncia que recibe menos oportunidades laborales que alguien de tez clara, no es un berrinche: es pigmentocracia respaldada por encuestas nacionales. Lo que está en juego no son sentimientos, sino realidades medibles.

Te puede interesar....

El recurso de tachar de “resentidos” a quienes evidencian el privilegio es una forma de blindar la comodidad de quienes nunca han tenido que preguntarse si llegarían seguros a casa, si tendrían para la renta o si les iban a tomar en serio en una entrevista por cómo lucen. 

Es más fácil decir “tienen envidia” que aceptar que hay personas cuyos puntos de partida en la vida estuvieron pavimentados por ventajas —que no pidieron— pero que sí disfrutaron.

Llamar atención al privilegio no es pedir que alguien viva con culpa perpetua; es activar responsabilidad. Si identificamos esas ventajas acumuladas, podemos decidir convertirlas en herramientas. Por ejemplo, si tú estás en posición de contratar, becar o promover, abre procesos reales de inclusión.

Si tú tienes ciertas ventajas sociales, puedes dedicar tiempo a enseñar a alguien con menos redes sociales o económicas y eso produce un efecto multiplicador real. Pero primero tienes / tenemos que estar conscientes de los privilegios que gozamos. 

Por eso es importante señalarlos. Para que esas personas que los tienen / tenemos accionemos a partir del reconocimiento. Y por supuesto, también hay que exigir a las autoridades políticas públicas que ayuden a disminuir las desigualdades.

Que exista una inversión fuerte en educación pública de calidad, salud pública, acceso a vivienda digna y sistemas de cuidado universal —medidas que la evidencia internacional y local (OCDE, estudios nacionales) señalan como claves para una escalera social funcional. 

Que se instituyan políticas fiscales redistributivas, o sea, gravar rentas de capital y reducir privilegios fiscales que profundizan la concentración; eso es parte de las propuestas de ONG que analizan la desigualdad. 

También podemos exigir medidas dirigidas para hablantes de lenguas indígenas, comunidades afrodescendientes y territorios rurales donde la pobreza es persistente. Los diagnósticos oficiales muestran brechas profundas por condición étnica y geográfica.

En sociedades con desigualdad estructural —como es México, de acuerdo a los datos que te compartí— convertir el diagnóstico en política y en práctica cotidiana es la diferencia entre una palabra que solo divide y una acción que transforma, pero de verdad, la realidad del país. 

Así que no, no es envidia. Es evidencia. 

Y si la única defensa frente a las desigualdades es gritar “resentidos”, entonces no se está discutiendo en serio y si no se discute en serio, pocas cosas van a cambiar.

Te puede interesar....

Síguenos en Google News

Qué es el privilegioPrivilegio en México