Crisis en la mañanera en vivo y a todo color
La conferencia matutina, mejor conocida como “la mañanera”, ha sido por años el principal espacio desde donde se marca la agenda pública del país.
Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia, este ejercicio continúa como un símbolo de cercanía y apertura, pero también como un riesgo latente de exposición constante. El día de hoy, la mañanera vivió uno de sus momentos más críticos y desconcertantes en lo que va de esta nueva administración.
Todo parecía transcurrir con normalidad. La presidenta Sheinbaum, flanqueada por Omar García Harfuch, actual secretario de Seguridad Ciudadana, hablaba frente a la prensa cuando, de pronto, la tensión rompió el protocolo. Harfuch recibe una llamada telefónica a cuadro, en pleno tiro de cámara.
La expresión de su rostro cambió, se volvió grave. El silencio se apoderó del estrado. A los pocos minutos, miembros del staff comenzaron a recibir llamadas, miradas nerviosas iban y venían. Fue evidente que algo fuera del protocolo estaba ocurriendo.
Pocos minutos después, el propio secretario se acercó a la presidenta para informarle de lo que, según informes no oficiales, sería un ataque contra personal cercano a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada.
Aunque aún no hay información oficial confirmada, lo que sí es innegable es la forma en que este evento sacudió por completo el mensaje, la imagen y el temple del gobierno federal en su escenario predilecto.
El impacto no ha tardado en viralizarse. En redes sociales circulan los videos del momento exacto en que la tensión se apodera de los funcionarios. La reacción pública ha sido dolorosa: hay quienes celebran el desconcierto del gobierno como una especie de justicia poética, diciendo que “ahora les toca sentir lo mismo que siente la ciudadanía”.
Es un comentario profundamente lamentable, que retrata el desgaste de la relación entre gobierno y sociedad, y que no puede ni debe normalizarse.
Este episodio no sólo revela una crisis de seguridad, sino también una clara crisis de comunicación. El gobierno federal, con todo su aparato, no supo cómo controlar la narrativa en tiempo real. La imagen de vulnerabilidad fue absoluta.
La comunicación en vivo tiene virtudes, pero también exige una preparación estratégica, una reacción inmediata y una capacidad para contener momentos de incertidumbre sin perder el control.
Hoy se ha evidenciado que la mañanera, si bien es un ejercicio de transparencia, también puede ser un terreno fértil para la desestabilización si no se maneja con inteligencia emocional y disciplina comunicativa.
La imagen de un Estado fuerte y en control se tambaleó durante esos minutos, y la falta de una respuesta oficial clara ante la crisis sólo abonó a la incertidumbre.
Lo sucedido deja más preguntas que respuestas. ¿Cómo manejará la presidencia esta fractura en su comunicación? ¿Qué protocolos existen para afrontar emergencias en plena conferencia de prensa? ¿Qué mensaje recibe la ciudadanía cuando los propios funcionarios lucen confundidos y angustiados?
México exige certeza, temple y una estrategia de comunicación a la altura de los tiempos complejos que vivimos. Hoy, la mañanera nos recordó que gobernar frente a las cámaras puede sumar, pero también puede exponer, fracturar y desnudar los vacíos del poder.