¿EEUU es una tiranía disfrazada de democracia?
Estados Unidos vive una nueva oleada de protestas. El detonante: las políticas de Trump. Primero sucedieron unas protestas masivas y significativas contra el aparato que encarna uno de los rostros más brutales del Estado: el ICE, la agencia de inmigración que ha separado familias, encerrado niños y deportado personas en condiciones inhumanas.
Y este sábado, día en que se festejaba el cumpleaños de Trump y el aniversario 250 del ejercito de EEUU, más manifestantes salieron a tomar las calles de diferentes ciudades bajo la consigna: No Kings Day. Esto porque aunque Estados Unidos presume ser una democracia y no una monarquía, hay estructuras de poder que actúan como si lo fueran.
La aprobación de Trump ha ido a la baja y las protestas son un reflejo del descontento. Por esto en las manifestaciones del sábado muchos manifestantes vestían coronas de cartón, para recordar que lo que está en juego no es sólo quién manda, sino cómo manda.
Lo que comenzó como una denuncia contra la violencia migratoria terminó por volverse una denuncia del autoritarismo de Trump. Un autoritarismo maquillado de legalidad.
No se trata solo de política. Es también una cuestión ética. ¿Qué clase de sociedad permite que haya centros de detención donde las personas pasan meses sin haber cometido ningún delito?
¿Qué clase de sociedad normaliza toda esa barbarie? ¿Qué clase de sociedad permite que se apoye a una nación a perpetrar un genocidio?
“No Kings” no es solo una consigna. Es una advertencia. Que no haya corona no significa que no haya tiranía. Como ya lo he mencionado anteriormente: contrariamente a lo que los ideales de EEUU parecen profesar: el enemigo de EEUU, el bárbaro, no es el otro, el que viene de fuera: la barbarie está ahí donde se clama ser la civilización misma.
