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En Santa paz, Papa Francisco

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Por:CLARA VILLARREAL

El Papa Francisco no solo fue el líder espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo; Fue, además, uno de los estrategas de imagen más hábiles del siglo XXI.

Su pontificado se convirtió en un caso de estudio sobre cómo construir reputación en tiempos de inmediatez digital, sobreinformación y desconfianza institucional. A su partida, el 21 de abril de 2025, nos deja un legado comunicacional tan sólido como revolucionario.

Desde el primer instante marcó una ruptura con la tradición visual del Vaticano. No eligió la ostentación de las vestimentas papales ni la sobriedad del trono dorado; eligió la humildad de la sotana blanca sin bordados, el anillo de acero en vez del de oro, y el discurso accesible sobre la retórica teológica. Esta no fue una casualidad estética: fue una estrategia de reposicionamiento de marca.

Su imagen papal se construyó sobre tres pilares clave: proximidad, sencillez y coherencia. Francisco se convirtió en el “papa de la calle”, el que abraza a los enfermos, el que bromea con periodistas, el que no teme mostrar emoción. El cambio fue visual y emocional. Donde otros papás eran figuras inalcanzables, él eligió ser "cercano" —una palabra que se volvió marca registrada en cada gesto.

En términos de comunicación, Francisco entendió el poder del lenguaje directo y la narrativa digital. Fue el primer pontífice verdaderamente multiplataforma: desde la cuenta @Pontifex en Twitter (traducida en nueve idiomas), hasta entrevistas espontáneas en el avión papal, sin notas ni teleprompter. Su forma de comunicar fue radicalmente humana. Donde el Vaticano solía hablar ex cátedra, él hablaba con alma.

En cuanto a reputación, el Papa Francisco supo transformar el rol del líder religioso en el del líder ético global. Fue protagonista de conversaciones sobre cambio climático, migración, desigualdad, corrupción y abuso clerical. Aceptó la crítica, pidió perdón cuando fue necesario y defendió con firmeza una Iglesia en salida, menos perfecta y más presente.

Como experta en imagen pública, reconozco en él no a un improvisado carismático, sino a un estratega consciente de la construcción simbólica del poder. Su pontificado fue una lección sobre cómo la autoridad no reside solo en el título, sino en la manera de habitarlo. Francisco fue una imagen viva de lo que comunica: fe activa, misericordia valiente y dignidad humana.

Hoy que su voz se ha apagado, su forma de estar en el mundo sigue hablando con fuerza. Su manera de comunicar, de mirar, de tocar vidas, queda grabada en la memoria colectiva. Para quienes creemos que la imagen no es un disfraz, sino una herramienta poderosa de conexión y sentido, su legado es faro, guía y ejemplo. Porque cuando la imagen se alinea con el alma, no solo inspira… transforma.

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