Excusas a la escuela
“Cuando entendemos que las excusas ya no aplican, empieza el verdadero crecimiento.”
La fase: “Excusas a la escuela” la escuché decir en una conversación laboral y desde entonces no dejo de pensar en la contundencia de esa frase.
Suena ligera, incluso graciosa pero encierra una gran verdad: las excusas son el lenguaje de quien todavía no ha comprendido que la vida adulta exige asumir, no evadir.
Cuando alguien llega tarde al trabajo y comienza a justificar su retraso con una serie de historias el tráfico, el despertador, el clima o el perro del vecino, inevitablemente recordamos los tiempos escolares, cuando uno explicaba al maestro por qué no había hecho la tarea.
En la escuela, las excusas servían como una salida temporal, evitaban una mala nota o un regaño. Pero en el mundo profesional las excusas ya no tienen cabida.
Aquí, lo que importa no es lo que impidió hacer algo sino la capacidad de resolverlo a pesar de las circunstancias.
Decir “excusas a la escuela” es una manera de recordarnos que ya no somos niños. Que trabajar implica responder, no justificar.
En el ámbito laboral, cada acción o inacción tiene un impacto en otros: compañeros, clientes, resultados, tiempos y reputación.
Por eso, cuando alguien se justifica constantemente, no solo evade su propia responsabilidad, sino que también debilita la confianza del equipo.
Las excusas son una forma elegante de disfrazar la falta de compromiso.
Son el refugio de quienes no quieren admitir errores, de quienes temen enfrentar consecuencias o de quienes aún no han entendido que equivocarse no es el problema, sino no aprender de ello.
El profesional maduro no busca excusas, busca soluciones. No me dejarás mentir pero estamos en una época en la que la responsabilidad parece diluirse.
Muchos prefieren culpar al sistema, al jefe, al entorno, a la suerte o incluso al algoritmo.
Pero al final del día, lo único que tenemos bajo control es nuestra actitud.
Y esa actitud es la que diferencia a quienes avanzan de quienes se estancan.
“Excusas a la escuela” debería convertirse en un lema de cultura laboral. Un recordatorio para todos de que ya no estamos en un salón esperando la comprensión del maestro, sino en un espacio donde la palabra “profesionalismo” se demuestra con hechos.
Las excusas sirven en la escuela, pero en la vida real lo que cuenta son los resultados.
Y cuando entendemos esto, dejamos de justificar y empezamos a actuar. Porque madurar en cualquier ámbito no es otra cosa que aceptar que nadie más es responsable de lo que dejamos de hacer.
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