Habrá que esperar
La primera reunión entre los Presidentes de México y Estados Unidos, originalmente programada para este martes 17 de junio, en el marco de la Cumbre del G7, ha sido pospuesta por tiempo indefinido.
Tenía el potencial de ser un punto de inflexión.
El encuentro estaba destinado a abordar algunos de los temas más sensibles y urgentes de la relación bilateral: el creciente flujo migratorio hacia Estados Unidos, las redadas masivas de los últimos días que han generado tensión y caos en ciudades como Los Ángeles, la política comercial cada vez más proteccionista de la administración Trump —con la aplicación de nuevos aranceles a productos mexicanos—, la amenaza de imponer impuestos a las remesas que millones de mexicanos envían a sus familias desde territorio estadounidense, y la necesidad de fortalecer la colaboración binacional para combatir la producción y el tráfico de drogas.
Temas de alto calibre que no admiten aplazamientos.
Vamos por partes.
Las recientes redadas ordenadas por Trump no solo han dejado a familias separadas, sino que han profundizado la brecha entre los discursos de cooperación y las prácticas de persecución. La Presidenta de México había adelantado que expresaría a Trump personalmente su desacuerdo con las agresivas acciones implementadas contra los migrantes mexicanos…aquellos que entregan su fuerza de trabajo en Estados Unidos, pagan impuestos y han formado familias.
En el terreno económico, el unilateralismo comercial que impulsa el presidente estadounidense amenaza con socavar no solo el T-MEC, sino también la ya de por sí inestable confianza empresarial entre ambos países.
A esto se suma la idea de gravar las remesas, una medida tan impráctica como insensible, que golpearía a los hogares más vulnerables y comprometería seriamente la estabilidad macroeconómica de comunidades enteras en México.
La seguridad también formaba parte del temario bilateral. En un contexto donde el crimen organizado se reinventa constantemente, la cooperación en inteligencia, fiscalización de rutas de tráfico y control de precursores químicos no puede darse por sentada.
Así que la cancelación de la reunión no solo retrasa decisiones necesarias, sino que envía un mensaje de desinterés hacia una región donde los desafíos compartidos requieren soluciones conjuntas.
La justificación para el desaire fue la necesidad del Presidente Trump de atender con urgencia la escalada militar en Medio Oriente, tras un nuevo intercambio de ataques entre Israel e Irán.
Israel ha declarado que sus acciones buscan desmantelar la infraestructura nuclear iraní, mientras que Irán insiste en su derecho a la defensa.
La decisión de Trump de abandonar la Cumbre del G7 y cancelar su reunión con Claudia Sheinbaum subraya su estilo de hacer política: abrupto, imprevisible, y muchas veces carente de respeto hacia sus aliados más cercanos.
Ante este escenario, México no debe responder con confrontación, pero sí reafirmar su autonomía y dignidad. Es necesario que la cancillería busque una nueva fecha para el diálogo y que, mientras tanto, fortalezca sus vínculos multilaterales con otros países del G7 y potencias emergentes.
- Quizá perdimos una buena oportunidad, porque se pudo haber reorientado la relación bilateral.
O quizá fue mejor que se cancelara, porque Donald Trump pudo haberse comportado “bien” cara a cara y luego como un patán, con declaraciones o publicaciones en sus redes, “reventando” cualquier acuerdo alcanzado.
Con Donald Trump nunca se sabe.
¿Qué nos espera con Estados Unidos?
Sólo el tiempo lo dirá.
Soy Gregorio Martínez.
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