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Los Diputados son el arbitro de un país

Perspectiva de Hugo Ontiveros. Foto: POSTA Mx.
Por:Hugo Ontiveros

Seamos honestos: cuando uno pregunta en la calle cuál es el funcionario público más odiado, menos querido, más “repudiado” en la conversación ciudadana, la respuesta suele ser casi unánime: el diputado. Da igual si es local o federal. A muchos ni les interesa saber su nombre, y a la mayoría les da igual si aparece o no aparece en sus distritos. “Nomás van a levantar la mano”, dicen…

En estos días, la Cámara de Diputados ha estado en boca de todos por un par de temas bastante delicados: la reforma sobre el futuro de la Guardia Nacional y una muy polémica propuesta sobre las AFORES. Dos temas de alto voltaje, que tocan directamente la seguridad y el bolsillo de millones de mexicanos. Y justo en ese punto quiero detenerme.

A lo largo de mi carrera como consultor político me ha tocado poner mucho foco en lo legislativo. Y no es por necedad. Es porque ahí, en ese espacio muchas veces subestimado, está el verdadero corazón del rumbo político de un país.

El Poder Legislativo, aunque muchos no lo vean así, es el contrapeso, es el árbitro, es quien pone las reglas del juego. Es quien define si una ciudad, un estado o toda una nación caminan con orden o si terminamos chocando todos en el mismo embotellamiento. Pero para gran parte de la sociedad, ese papel sigue siendo invisible. No lo juzgo, pero sí se los tengo que decir.

Nos sabemos el nombre del presidente, del gobernador, y si acaso el del alcalde. ¿Pero del diputado? Ni idea. Y eso es un error, porque los diputados —repito, locales y federales— no solo legislan. También fiscalizan, también pueden frenar excesos, también pueden ser el eco de nuestra voz en decisiones clave. El problema es que muchos ni los conocen, y ellos, por tanto, no sienten la presión de representar realmente a nadie.

Y sí, ya sé lo que estás pensando: “pero ganan un dineral, ¿y qué hacen?”. Cierto, el sueldo no es cualquier cosa, y en muchos casos, está lejos de reflejar el esfuerzo. Pero ese no es el punto más importante. Lo que verdaderamente importa es qué hacen con ese poder. Porque poder sí tienen, aunque no se note tanto en TikTok o en la sección de espectáculos del noticiero.

Ahora bien, en este nuevo escenario político, con una mayoría consolidada en el Congreso y con una presidenta como Claudia Sheinbaum planteando reformas profundas —incluida la posible eliminación de los plurinominales— el rol del legislador cobra aún más relevancia.

¿Vamos a tener un Congreso que cuestione, que piense, que debata? ¿O uno que solo siga instrucciones desde Palacio? ¿Tendremos legisladores que escuchen a la gente o solo operadores políticos que trabajan para su partido?

El 2027 será clave. Porque será entonces cuando realmente podremos ver si hay o no contrapesos, si hay alguien que ponga un alto o al menos levante la mano para decir “esto no está bien”. La Cámara de Diputados y el Senado serán, una vez más, el escenario donde se juegue el futuro de este país.

Por eso, te dejo esta invitación: averigua quién es tu diputado. Búscalo, síguelo, pregúntale. Si no sabe responderte o no se aparece, ya tienes tu respuesta. Pero si de verdad te representa, entonces no lo sueltes. Exígele, pero también acompáñalo. Porque una democracia fuerte no se construye solo con funcionarios carismáticos, sino con legisladores valientes y ciudadanos despiertos.

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