Prefiero terapia que quimioterapia
Hay relaciones que no matan, pero sí enferman. De esas que te deshidratan el alma, te oxidan la esperanza y te alteran los latidos del corazón... y no precisamente por amor.
Son relaciones que llegan disfrazadas de promesas, de proyectos compartidos, de frases que tocan justo donde más sueñas, o más duele. A veces, lo único que te salva, es una red de apoyo bien tejida.
En estos días, conversaba con una amiga que vivió; como muchas, un vínculo con un perfil claramente narcisista. Fue una historia que empezó con risas y empatía, y terminó con confusión y un gran “gracias por salir a tiempo”.
Lo más poderoso de su testimonio no fue la valentía de irse, sino el reconocimiento de que no lo hizo sola: tuvo una red.
Una red que no juzgó, que no presionó, que no sentenció con el clásico “te lo dije”, sino que acompañó, sostuvo, escuchó y, en momentos clave, le prestó los ojos cuando los suyos estaban nublados por la ilusión.
Cuando idealizamos a alguien, dejamos de ver lo que no cuadra, lo que lastima, lo que no suma. Y es que en la danza del amor, uno puede perderse entre las expectativas y los espejismos.
Por eso la importancia de rodearte de quienes no están embriagados con el mismo perfume, de quienes pueden decirte con ternura pero con firmeza: “esto no está bien”.
Muchas veces, lo que mantiene a una mujer en una relación tóxica no es la dependencia emocional… es la soledad. La falta de puentes que la conecten con la realidad, la falta de voces externas que le recuerden quién era antes de ese vínculo. Por eso la red importa.
Porque enredada en amor propio y en amistades auténticas, una persona encuentra impulso para salir de donde pensó que ya no podía.
Quien ha estado ahí sabe que duele más despertar que soñar. Que quitarse el velo de los ojos implica también despojarse de planes, de frases bonitas, de lo que “pudo haber sido”.
Pero también sabe que después del dolor viene una versión más fuerte, más sabia, más alerta. Prefiero una sesión de terapia con lágrimas sinceras, que una vida entera aguantando con una sonrisa fingida.
Este palabras escritas son para ti, que aún no das el paso. Para ti, que intuyes que algo no está bien, pero te da miedo comprobarlo. Para ti, qué crees que es tarde o que te lo mereces por “haber elegido mal”. No, no es tarde. Sí, mereces más. Y no estás sol@.
Quitar el velo puede doler, pero vivir con los ojos abiertos es infinitamente más saludable. Así que elige terapia, elige redes, elige luz. Porque el amor no se mendiga… se comparte.
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