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“Hágase mi voluntad”: Francisco De Luna desentraña el alma oscura del poder en un monólogo

Francisco De Luna en “Hágase mi voluntad”, monólogo inspirado en la figura del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Foto: Cortesía
Por:Otto Rojas

Cuando Francisco De Luna sube al escenario del Teatro Rafael Solana, no lo hace como actor que busca el aplauso fácil, sino como médium de un espíritu incómodo.

“Al principio le dudé un poquito”, confiesa entre risas nerviosas. “Pero como actor me gustan los retos, y este personaje… era un abismo que tenía que mirar de frente”.

El abismo tiene nombre: Marcial Maciel Degollado, sacerdote mexicano y fundador de los Legionarios de Cristo, acusado de abusos sexuales, manipulación, adicción y corrupción dentro de la Iglesia.

En “Hágase mi voluntad”, De Luna no interpreta al monstruo público, sino al hombre encerrado en su propio laberinto mental, en ese limbo entre la penitencia y el delirio.

“El personaje es contradictorio, agotador… me cansa mucho”, admite el actor. “La primera semana no dormí cinco días. Estaba en shock por lo que descubrí de él.”

Un desafío entre la fe y la ficción

Con texto de Alicia Garza Martínez, asesoría dramatúrgica de Luis Martín y dirección adjunta de May Durán, el monólogo se levanta como un espejo turbio de la Iglesia contemporánea. De Luna no busca la redención del protagonista, sino exponer su lógica, su sed de poder y su justificación interior.

Hágase mi voluntad no es una frase piadosa”, explica De Luna. “Es la síntesis de su ambición: pasar por encima de quien sea para cumplir sus deseos, para dejar de ser mortal y convertirse en santo.”

El actor lo resume como “una exploración psicológica más que una representación literal”. Rechazó la caricatura o la imitación: “Me fui al aspecto psicológico del pederasta, del ambicioso, del hombre que manipula. Quise mostrarlo desde su conciencia, no desde la sotana.”


Un trabajo que desgarra desde la entraña

Durante la entrevista, De Luna reconoce que el desafío emocional fue brutal:

“Me obliga a sacar un lado oscuro que no me gusta. Es como mirar dentro de ti algo que no quieres ver, pero que debes entender para interpretarlo desde lo humano.”

El actor asumió también la adaptación, dirección y caracterización, lo que convirtió el proceso en una travesía creativa y personal. “Fue agotador, pero necesario. Al final, alguien tenía que hablar de esto”, dice con serenidad.

La puesta en escena transcurre en un espacio casi onírico, donde el personaje aparece en pijama, no con sotana, deambulando entre sus recuerdos, sus justificaciones y su caída. “Queremos mostrarlo en un momento íntimo de confrontación. No es el Maciel público de YouTube, sino su espíritu penando entre el perdón y la soberbia.”

Una obra que invita a no callar

El mensaje de “Hágase mi voluntad” no es solo teatral, sino social. “La obra invita a no callar”, afirma De Luna con contundencia. “Porque el abuso no solo ocurre en la Iglesia. También pasa en escuelas, hospitales, familias, despachos. Es un llamado a hablar, a señalar, a romper el silencio.”

El actor se detiene un instante antes de continuar: “El abuso puede ser físico, pero también psicológico y económico. Hay quienes manipulan la fe, la culpa o la necesidad. Por eso esta obra no solo trata del padre Maciel, sino de todos los abusos normalizados en la sociedad.”

Una experiencia teatral que confronta

Más que una puesta en escena, “Hágase mi voluntad” es una experiencia de introspección. La obra “desafía al espectador a mirar de frente temas como la fe, el poder, la culpa y el abuso”, invitando al diálogo y la reflexión después de cada función.

Funciones:

Después de cada función se llevará a cabo una mesa de diálogo de 30 minutos con panelistas invitados, donde el público podrá compartir reflexiones y preguntas sobre los temas que la obra plantea.

El alma detrás del escenario

Francisco De Luna, conocido por su trabajo actoral en teatro y televisión, demuestra aquí una madurez escénica que trasciende lo interpretativo.

Su colaboración con Alicia Garza Martínez, autora y dramaturga con una voz crítica frente a las estructuras religiosas y sociales, da como resultado un ejercicio artístico arriesgado, donde el teatro se convierte en denuncia y catarsis.

“No se trata de juzgar, sino de comprender los mecanismos del poder y del silencio”, concluye De Luna. “Si el público sale con preguntas, no con respuestas, habremos cumplido nuestro propósito.”

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