Tragedia del Jet Set, tres meses después: Ruinas, retratos de dolor y una herida abierta
Al pie de la Avenida Independencia #2253, frente a la fábrica de Cervecería Presidente y junto a una gasolinera, se alzan los restos silenciosos de Jet Set, la emblemática discoteca de Santo Domingo, República Dominicana, cuyo techo se desplomó cobrándose 235 vidas, entre ellas la del merenguero Rubby Pérez, la medianoche del 8 de abril.
A tres meses de esta tragedia en la isla caribeña, POSTA caminó por el perímetro sellado con láminas de zinc, donde solo un funcionario militar custodia las ruinas. Mientras tanto, cientos de velas, flores y retratos hablan por quienes ya no están.
Velas, fotos y “justicia” grabada en cartón
Una fila de retratos en blanco y negro, amarrados con hilo rojo, recorre el frente de la discoteca. Son víctimas inmortalizadas en planchas de cartón, rodeadas por veladoras bañadas de cera en el suelo.
Mensajes como “¡Queremos justicia!” o “No se valora la vida por encima del dinero” se mezclan con textos de paz y esperanza. Desde las ranuras de la puerta principal, se intuyen escombros, vigas caídas y polvo gris, testigos para siempre del violento crujido que marcó la noche fatal.
Un último anuncio que ya no suena
Pocas cosas son tan simbológicas como la valla intacta que anuncia el último show de Rubby Pérez, esa noche pasada la medianoche. Aun firme en una esquina de la disquera, parece gritar por justicia mientras el sol cae. El contraste entre la fiesta anunciada y el lugar silencioso resuena como eco de una vida interrumpida.
Negligencia que desmoronó un techo… y una vida colectiva
Tras el derrumbe, la investigación reveló fallas graves: sobrecarga del techo con equipos pesados sin ningún estudio estructural, trabajos sin permisos, filtraciones y advertencias ignoradas. El ministerio público sostiene que la tragedia fue “totalmente evitable” si la discoteca no hubiera operado con tanta negligencia.
En junio, los dueños, Antonio y Maribel Espaillat, fueron acusados de homicidio involuntario, arrestados y liberados tras pagar 50 millones de pesos dominicanos en fianza. La medida no dejó satisfechas a las familias, quienes aseguran que estos cargos son un escarnio para una tragedia de este calibre.
Desde las cenizas sigue el reclamo
Mientras el guardia militar impide el paso, la gente deposita cintas de color, pequeños arreglos florales, escritos cargados de dolor y exigencia. Las vallas callejeras exigen más que reacciones: claman cárcel, no olvido, justicia real. Es un duelo que hoy se hace visible, pétalos mediante, en el mismo lugar donde todo terminó.
El presidente de República Dominicana, Luis Abinader anunció reformas a las normas de construcción y supervisión, mientras una comisión de expertos internacionales investiga las causas estructurales.
Afuera, entre las fotos colgadas y las velas encendidas, el aire parece cargado de nombres. “Aquí quedaron enterradas todas tus metas”, dice un cartel en memoria de Lía María Gómez Feliz, una joven de apenas 19 años.
Junto a su retrato, otras docenas de rostros sonrientes se repiten con fuerza en cada esquina del cerco de zinc: vidas jóvenes, familias rotas, sueños truncos que no pueden ser silenciados por un veredicto o una fianza. La calle arde en flores, en reclamos, en rezos.
A tres meses de la tragedia, Jet Set no solo es una ruina, es un espejo. Un espejo que devuelve el reflejo de un país que exige respuestas, memoria y reparación.
Y mientras el eco de aquel último merengue de Rubby Pérez se desvanece entre los escombros, la gente sigue acudiendo al lugar como quien visita un altar colectivo. Porque mientras no haya justicia, este duelo seguirá vivo, alumbrado por cientos de velas que se niegan a apagarse.