Organillero, un oficio de antaño que conquista las calles de Mérida con sus melodías
Originario de la Ciudad de México, Ignacio Ruiz, cada temporada decembrina llega a la capital yucateca y recorre con su caja musical las principales esquinas de la ciudad.

MÉRIDA, Yucatán.- Entre el bullicio del centro histórico de Mérida y el ir y venir de los transeúntes, resuena un sonido que evoca nostalgia y tradición.
Es el peculiar ritmo de los organillos, un oficio de antaño que aún encuentra eco en las calles de la capital yucateca, gracias a la pasión y perseverancia de quienes lo ejercen.
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¿Qué es ser un organillero?
El organillero, con su característico uniforme y la caja musical que lleva consigo, se ha convertido en un símbolo ambulante que, con sus melodías, transporta a los meridanos y visitantes a una época más simple, donde la música en vivo era una de las principales formas de entretenimiento en las ciudades.
Originario de la Ciudad de México, Ignacio Ruiz se dedica a este oficio y cada temporada decembrina llega a Mérida con su instrumento, que no solo es un medio de trabajo, sino también un legado cultural que debe preservarse.
Yo toco una caja musical que se llama cilindro, y es un oficio que lleva muchos años de tradición, desde un poquito antes de la Revolución Mexicana. Yo llevo 18 años ejerciendo este oficio, me gusta compartirlo con las personas y tocar en las calles. Aquí en Mérida, creo que soy el único.
Ignacio Ruiz, - Organillero.
¿Cómo funciona el cilindro?
El organillo es un instrumento de viento que funciona con un sistema de cilindros y fuelles. Cada rodillo contiene una selección limitada de canciones, que suelen incluir piezas tradicionales mexicanas, valses y polkas.
Es un sonido peculiar que se va generando al momento de darle vueltas a la manivela, y en la parte posterior del instrumento es donde se expulsa el aire. El sonido lo va sacando a través de los silbatos que se encuentran en la parte de enfrente.
Ignacio Ruiz, - Organillero.
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¿Quién es “Carlitos”, el mono de peluche que lo acompaña?
Si bien Ignacio se coloca en varias esquinas del centro de Mérida, él no anda solo. Su fiel compañero, “Carlitos”, el mono de peluche, es quien lo acompaña debido a que, hace décadas, el mono acompañante del organillero era el encargado de pedir monedas a la gente que se acercaba a escucharlo.
Hay personas que preguntan dónde está el changuito, y yo digo: ‘aquí lo traigo’, pero piden al de verdad. Sin embargo, ya no se puede, ya está prohibido. Ha viajado conmigo en varios puntos también.
Ignacio Ruiz - Organillero.
Escuchar el organillo no solo es un deleite para los oídos, sino también un recordatorio de que las tradiciones vivas son un regalo invaluable que nos conecta con nuestra historia y cultura.
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