Lo mejor de la información de México y el mundo
Facebook POSTAX POSTAInstagram POSTAYoutube POSTATikTok POSTA
CLARA VILLARREAL
¿Imagen o Percepción?
Por: CLARA VILLARREAL

Publicado el

Cuando el sentido se diluye

En tiempos de fatiga pandémica, muchos enfrentan una desconexión emocional profunda y una pérdida de sentido que se extiende más allá.

“Algo en nosotros cambió para siempre.” En los últimos meses, muchas personas han comenzado a expresar que sienten que algo en su entorno cambió

Frases como “ya no es la misma”, “lo veo desconectado” o “parece que está en piloto automático", se repiten en conversaciones cotidianas. 

La sensación de que algunos están perdiendo el sentido sea de vida, de pertenencia o incluso de sí mismos, se ha hecho más común.

¿Estamos presenciando una crisis emocional colectiva o es simplemente el eco tardío de algo más profundo?

La pandemia por COVID-19 dejó heridas visibles, pero también muchas invisibles. 

Más allá de los impactos físicos, hubo pérdidas de todo tipo:

  • Seres queridos
  • Trabajos
  • Rutinas
  • Estructuras de vida
  • Certezas. 

Vivimos una época de encierro, de miedo globalizado, de aislamiento

Y aunque hoy podemos salir sin cubrebocas, muchos no han podido salir de la crisis interna que se gestó en ese periodo.

Algunos especialistas coinciden en que estamos viviendo una “fatiga pandémica prolongada”. Esto no solo implica agotamiento, sino también una especie de entumecimiento emocional. 

Las personas se sienten planas, desmotivadas, desconectadas. En muchos casos, ya no encuentran sentido a lo que antes era fuente de alegría o dirección. 

El cambio de prioridades, la presión por recuperar el tiempo perdido y la sobreexposición a noticias alarmantes han exacerbado la ansiedad colectiva.

Otro punto clave es que la pandemia llegó en un momento donde ya existían fragilidades sociales acumuladas. 

Las generaciones más jóvenes han crecido bajo el peso de la incertidumbre: crisis climáticas, desigualdades, polarización política, información desbordada. 

La sobreconexión digital ha hecho más fácil compararse con vidas ajenas, generando una sensación constante de no ser suficiente. 

En este contexto, es lógico que se presenten síntomas como desorientación, apatía o incluso vacío.

¿De dónde proviene esta pérdida de sentido? 

No hay una sola respuesta, pero sí muchas pistas: una cultura centrada en el rendimiento, la presión por “ser feliz” todo el tiempo, vínculos superficiales, la falta de tiempo real para conversar o simplemente estar. 

Cuando las emociones se reprimen, el cuerpo y la mente buscan formas de decir “aquí pasa algo”.

¿Qué podemos hacer ante esta situación?

Primero, fomentar conversaciones genuinas. Escuchar sin juzgar, preguntar cómo está la otra persona más allá del “todo bien”.

Segundo, normalizar que no estar bien es parte del proceso humano. No hay que tapar el malestar, sino reconocerlo y atenderlo.

Tercero, promover el pensamiento crítico frente a la cultura de inmediatez y éxito forzado. La vida no es una competencia ni una vitrina.

Además, es vital construir entornos más humanos: entornos donde haya estructura, claridad y empatía.

El sentido también se encuentra cuando hay propósito compartido, cuando sentimos que formamos parte de algo que va más allá de uno mismo. Y eso se construye día a día: en casa, en el trabajo, en la escuela, en los espacios donde convivimos. 

Tal vez no estemos perdiendo el sentido, sino despertando a la necesidad urgente de replantearlo.

Y eso, aunque duela, también puede ser el inicio de algo más sano.

Para más información:

X e Instagram: @claravillarreal

contacto@claravillarreal.com

Síguenos en Google News
Noticias Relacionadas