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Trump el rey de la gambeta geopolítica
En días pasados, el Presidente Donald Trump sostuvo una reunión con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo...
En días pasados, el Presidente Donald Trump sostuvo una reunión con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, en la que ambos equipos negociaron una prórroga clave de 90 días adicionales con aranceles en cero para productos mexicanos que cruzan la frontera hacia Estados Unidos. Una jugada maestra si se entiende el contexto y la intención.
Porque lo que estaba en la mesa, en la propuesta original de Trump, era una amenaza arancelaria del 30% a ciertos bienes de exportación mexicana. Una amenaza que, como tantas otras, parecía inminente. Pero no sucedió. Trump amagó, fintó, presionó… y luego reculó. Y en ese movimiento —tan característico— logró lo que quería sin necesidad de concretarlo.
Esto no es nuevo. Es su estilo. Donald Trump ha convertido el lenguaje arancelario en su versión moderna de diplomacia coercitiva. Ha aplicado esta fórmula con China, con Canadá, con Europa… y con México, varias veces. Su estrategia se parece más al arte del amague que al de la negociación tradicional. Como Ronaldinho en su apogeo, Trump insinúa que va hacia un lado, mueve la cintura, hace temblar a los mercados… y termina sacando ventaja justo por donde nadie lo esperaba.
A diferencia de otros líderes que optan por sanciones militares, bloqueos o declaraciones beligerantes, Trump entiende que la guerra moderna no siempre necesita pólvora. Lo ha demostrado con creces: ha iniciado guerras comerciales sin disparar una sola bala. Y lo ha hecho entendiendo la debilidad sistémica de muchas economías: el bolsillo.
No hay golpe más fuerte para una nación que el de los bolsillos, y Trump lo sabe. Por eso su principal arma ha sido la incertidumbre económica: una herramienta que siembra miedo, pero también coloca al adversario justo donde él quiere.
Ahora bien, Claudia Sheinbaum también gana en este tablero. La presidenta mexicana logra oxígeno político y económico en un momento clave para su administración naciente. Y de paso, le da municiones discursivas a su séquito de gobernadores, diputados, secretarios, todos alineados al guion de la Cuarta Transformación, celebran el “liderazgo” de la presidenta por haber sorteado el embate. El resultado: en casa, el mensaje es que México no cedió, sino que negoció con firmeza y ganó tiempo.
Sin embargo, la verdad está entre líneas: Trump no necesita imponer los aranceles para ganar políticamente. Solo necesita que todos creamos que puede hacerlo en cualquier momento. Así, somete sin invadir, condiciona sin firmar, intimida sin alzar la voz. Ese es su estilo. Eso es lo que lo consolida hoy como el fichaje más caro en la industria de la gambeta geopolítica global.
En un mundo donde los líderes hacen más política con gestos que con hechos, Trump juega con maestría. No será el más ortodoxo, ni el más diplomático. Pero sin duda, es el jugador más desequilibrante en la cancha de la geopolítica actual. Y en estos tiempos, eso vale más que cualquier tratado firmado.