Descubren evidencia de una sequía de 13 años que provocó el colapso maya en Uxmal y Chichén Itzá
Una estalagmita hallada en la cueva Tzabnah, revela con precisión inédita cómo una sequía extrema entre los años 929 y 942 d.C. influyó en el declive de las grandes ciudades mayas.

Un equipo internacional encabezado por Daniel H. James, investigador de la Universidad de Cambridge y University College London, analizó con precisión sin precedentes una estalagmita de la cueva Tzabnah, al sur de Mérida, Yucatán.
El estudio reveló que entre los años 929 y 942 d.C. ocurrió una sequía extraordinaria de 13 años consecutivos, un evento que coincide con el colapso de Uxmal y el declive de Chichén Itzá durante el llamado Clásico Terminal.
¿Por qué este hallazgo es tan importante?
La investigación ofrece el registro climático más preciso obtenido hasta ahora en la región maya. Gracias al análisis de isótopos de oxígeno en capas subanuales.
Los científicos pudieron distinguir entre temporadas secas y lluviosas, lo que permite entender cómo el clima afectó directamente la agricultura y la vida cotidiana de los mayas.

Antes teníamos un dato por año; ahora podemos ver la variación entre estaciones. Eso cambia por completo nuestra comprensión del pasado.
Daniel H. James - Investigador de la Universidad de Cambridge y University
¿Cómo afectaron las sequías a las ciudades mayas?
Las sequías prolongadas provocaron crisis agrícolas que impactaron directamente en la estabilidad política y religiosa.
Entre los años 900 y 950 d.C., las inscripciones en Uxmal se interrumpieron y cesó la construcción monumental, un reflejo de la pérdida de poder de las élites y la erosión de la confianza en los gobernantes divinos, que no lograban traer la lluvia pese a los rituales a Chaac, dios del agua.
Mientras tanto, Chichén Itzá logró resistir durante un tiempo gracias a su diversificación agrícola y redes de comercio, pero también terminó afectada por la falta de agua.
¿Qué nos dice esto sobre la resiliencia maya?
Los investigadores concluyen que la adaptación fue desigual. Las ciudades del norte, como las del Puuc, ya estaban acostumbradas a la aridez y habían desarrollado sistemas de almacenamiento y reservorios, lo que les dio cierta ventaja sobre las del sur, como Calakmul o Tikal, donde el colapso fue más abrupto.
Sin embargo, una sequía de 13 años fue demasiado incluso para los sistemas más avanzados: los reservorios se agotaron y las ciudades no pudieron reponerse.
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¿Qué papel juega la ciencia en este redescubrimiento?
Para Fernanda Lases Hernández, investigadora de la Facultad de Química de la UNAM en Yucatán, cada estalagmita funciona como un “archivo del clima”.
Al estudiar la composición geoquímica de estas formaciones, el equipo pudo reconstruir el clima con una precisión subanual, algo nunca antes logrado en la región.

El análisis de otra estalagmita, llamada Tzab06, permitió obtener hasta 12 muestras por año, lo que ofreció una visión detallada de la lluvia y las sequías con gran exactitud.
¿Qué aporta este estudio a la historia del clima?
El investigador Mark Brenner recordó que los primeros estudios paleoclimáticos se basaban en sedimentos lacustres, útiles pero imprecisos: cada centímetro equivalía a dos décadas.
Hoy, con las cuevas y la datación uranio-torio, es posible medir variaciones estacionales, identificar sequías de tres, seis o incluso trece años, y compararlas con los registros arqueológicos.
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¿Qué lecciones deja este hallazgo para el presente?
El estudio no solo reescribe la historia del colapso maya, sino que también invita a reflexionar sobre la vulnerabilidad actual ante el cambio climático.
Los mayas no tenían responsabilidad en las sequías que padecieron; hoy nosotros sí influimos en el clima.
Daniel H. James - Investigador de la Universidad de Cambridge y University
En el Puuc, los rituales a Chaac aún se practican, recordando la estrecha relación entre cultura, agua y supervivenciaque marcó, y sigue marcando, la vida en la península.
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