¿Cuántas versiones tienes?
Somos personas distintas cada diez minutos. Es un decir, sí, pero también una verdad que la ciencia ha venido confirmando desde distintos frentes: la neuroplasticidad, la memoria, la psicología del yo.
Cada conversación, cada noticia que nos toca, cada pequeño momento que sucede a nuestro alrededor altera la forma en que nos pensamos.
No somos una línea continua, sino una sucesión de versiones: fragmentos que se van corrigiendo, desmintiendo o contradiciendo a sí mismos.
El cerebro es una obra en construcción que nunca se termina
La neurociencia lo dice: el cerebro es una obra en construcción que nunca se termina. Lo que aprendemos, lo que sentimos, incluso lo que recordamos, reconfigura la arquitectura cerebral.
La neuroplasticidad —esa capacidad del cerebro para modificar sus conexiones neuronales a partir de la experiencia— sugiere que el cambio no es una excepción, sino el estado natural del ser humano.
Cada vez que escuchamos algo nuevo o comprendemos algo distinto, se forman nuevas sinapsis, se refuerzan o debilitan caminos neuronales. Dicho de otro modo: nuestro yo biológico también se transforma.
En la psicología existe el yo que experimenta y el yo que recuerda. Uno vive el presente, el otro lo reinterpreta. Y en esa reinterpretación —condensada en lo que elegimos recordar, olvidar o narrar— se fabrica una versión de nosotras mismas que ya no es la que vivió el hecho, sino la que lo cuenta.
Somos la suma de nuestros sesgos, de nuestras memorias editadas
La identidad, entonces, no es una esencia, sino un relato en constante reescritura.
Lo que significa que también somos el reflejo de los contextos: la versión que surge cuando alguien nos escucha, cuando alguien nos mira, cuando alguien nos nombra.
Hay, por tanto, miles de versiones de nosotras allá afuera. Cada persona que nos ha conocido conserva una distinta: la que era alegre y despreocupada, la que tenía miedo, la que aún no sabía lo que sabía después.
Cada encuentro nos define desde otro ángulo y deja una versión flotando en la memoria de alguien más, aunque ya no se parezca a la que somos hoy.
El cerebro humano ajusta su percepción del “yo”
Desde la neurociencia social, estudios recientes sobre mentalización y autopercepción dinámica muestran que el cerebro humano ajusta su percepción del “yo” en función del contexto y de la interacción social.
Es decir, literalmente nos convertimos en personas distintas según quién esté frente a nosotras. No se trata solo de metáfora: el cerebro modula la actividad de la corteza prefrontal medial para adaptar la autoimagen y las emociones al entorno inmediato.
Y, sin embargo, nos gusta creer que hay un hilo continuo que nos une, una especie de yo invariable que sostiene todas esas versiones.
Tal vez sea solo una ilusión de coherencia, un mecanismo de defensa frente a la fluidez del cambio. Como escribió Virginia Woolf, “no somos una sola persona, sino muchas, y cada una se derrama sobre la otra como olas”
Y quizá eso sea vivir: permitir que esas olas se mezclen, sin pretender fijarlas en una sola forma. Así que sí, cada diez minutos somos alguien nuevo. Porque somos la suma de todas las versiones que fuimos y de todas las que otros creyeron que éramos.