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“Solo pensaba en salvarle la vida”: la historia del policía que rescató a Alicia y su nieta en Iztapalapa


Por:Paola Atziri Paz

Era alrededor de las 14:10 horas cuando Sergio Soriano Buendía, policía bancario-industrial de la Ciudad de México, escuchó un estruendo desde su puesto en el paradero de Santa Marta.

Al mirar hacia la autopista vio una nube blanca que se expandía rápidamente. Segundos después, una llamarada de fuego barrió con todo a su paso y se elevó más de 30 metros.

"La oleada de fuego fue como un golpe, una ola expansiva que te pega de lleno", señala para Posta CDMX. En ese instante, supo que debía correr hacia el lugar. Primero ayudó a evacuar a las personas que estaban cerca de él, pero su instinto lo llevó directo hacia la avenida, buscando sobrevivientes.

"Iba gritando: ‘¡Háblenme, quién está ahí, alguien está vivo!’ Nadie respondía. Yo pensé que ya no había nadie".

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El encuentro con Alicia y su nieta

En medio del humo y el caos, Sergio vio a una mujer caminar hacia él. Era Alicia, con graves quemaduras en el rostro y el cuerpo, apenas pudiendo sostenerse en pie. En brazos llevaba a su nieta de dos años, inconsciente.

"De inmediato le pedí que me diera a la niña. Cuando la revisé, noté que sus manitas, su cabecita, estaban muy quemadas. Intenté reanimarla, darle golpecitos para que respirara… pero no reaccionaba con nada".

Al darse cuenta de que la ambulancia tardaría demasiado en llegar, Sergio improvisó: encontró a su hermana y a su cuñado en el lugar.

Con su ayuda y una motocicleta, llevó a la niña al hospital más cercano, abriéndose paso entre vehículos abandonados y gente en pánico. "Esos minutos se me hicieron eternos. Yo solo pensaba en salvarle la vida".

La impotencia de un policía en medio de la tragedia

Aunque logró ponerlas a salvo, Sergio reconoce que ese día sintió un golpe emocional del que aún no se recupera.

"Siempre había llegado a tiempo: al ratero, al acosador… siempre lo lograba. Ese día no. Me quedó la sensación de que si hubiera tenido cinco minutos más, hubiera rescatado a más gente. Fue la primera vez que me sentí solo un hombre, no alguien que podía con todo".

Ver a las víctimas con quemaduras irreconocibles, algunos caminando “sin piel”, lo marcó profundamente. "Ese día me cambió. Antes me gustaba ser policía; después de ese día ya no. Me di cuenta de que no soy invencible. Solo soy un humano".

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La solidaridad que lo sostuvo


A pesar de su protagonismo en el rescate, Sergio no se considera un héroe. Reconoce que la verdadera fuerza estuvo en la gente que, sin pensarlo, se unió para ayudar.

"Vi a comerciantes, transportistas y vecinos de Iztapalapa meterse entre los autos, sacar heridos, apagar las llamas con su ropa o con tierra. Sin ellos no hubiéramos sacado nada adelante. Ese día no fue que ellos necesitaran de mí, yo necesité de ellos".

Sergio ingresó a la corporación hace 18 años, inspirado en la vocación y en el deseo de enorgullecer a su madre. "Ella tiene recortes míos en su casa, de notas donde he salido. Nunca lo dice, pero sé que se siente orgullosa".

En su carrera ha vivido de todo, incluso episodios de honestidad reconocidos públicamente, como cuando devolvió una bolsa con dinero y joyas hallada en la calle hace más de una década.

Un mensaje de gratitud frente a la solidaridad de los mexicanos


Hoy, Sergio insiste en agradecer a todos los que lo acompañaron en esos minutos que parecieron eternos.

"Gracias a mis compañeros policías, a los del Estado de México, a los de Teotongo… pero sobre todo a la gente que se arriesgó ese día. Ellos salvaron vidas".

A pesar de lo vivido, sigue trabajando. No ha tomado terapia psicológica, aunque le fue ofrecida, y dice sentirse bien físicamente. Sin embargo, confiesa que algo cambió en su manera de ver la vida y la profesión.

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