Amistades de alto mantenimiento
Las amistades de alto mantenimiento exigen atención constante y confunden cariño con disponibilidad inmediata.
Y sí, son aquellas relaciones en las que parecen exigir de nosotras más que una orquídea salvaje: atención constante, que no le de mucho el sol, pero tampoco tanta sombra que le compongamos un corrido mientras las regamos como agua de manantial.
Y es que hay amistades que nunca se sienten satisfechas con un “nos vemos otro día” y que interpretan cualquier ausencia como un abandono.
Que sufren y nos lo hacen saber con la intención de que nos de tal culpa que vayamos de inmediato a calmar su tristeza.
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Quieren nuestra disponibilidad inmediata, pero no aceptan que el afecto también puede expresarse con pausas, con espacios, con silencios que no significan desamor.
Una de las cosas más hermosas de ser una señora de cierta edad es que aprendes a que “no” es una respuesta perfectamente válida y completa para rechazar un plan.
No, no tengo ganas.
No, no tengo otra cosa qué hacer solo no quiero hacer eso que tú quieres hoy.
No.
El NO como una manifestación de la libertad de existir en una relación que acepta que, no es falta de cariño el que me quiera poner como prioridad.
Hay estudios que muestran que cuando las personas reciben incluso una frase o “guion” concreto para decir no, se sienten menos ansiosas al rechazar planes, y más capaces de hacerlo sin sentir culpa.
Por ejemplo hacer un cumplido antes del no: “Suena como un plan genial, pero lamentablemente no podré ir”.
Porque el problema de estas amistades de alto mantenimiento no es solo de quien demanda, sino también de quien concede.
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Porque cuando una relación se sostiene a base de excusas para no herir, de silencios para evitar el conflicto o de “sí” forzados para no quedar mal, lo que se erosiona no es solo la libertad personal, sino también la confianza real.
Hay evidencias de que relaciones altamente demandantes emocionalmente, sin límites claros, se vinculan con niveles mayores de estrés, ansiedad, desgaste emocional debido al “acomodarse” permanente.
Por eso, establecer límites saludables se relaciona con mejor bienestar psicológico.
Hay artículos de salud mental que describen cómo los límites reducen resentimiento, fatiga emocional, sobrecarga, y fortalecen la relación al hacerla más sostenible
Una amistad de alto mantenimiento termina siendo un terreno desigual: una parte se desgasta intentando no defraudar, y la otra nunca aprende a lidiar con el límite de la frustración.
¿Es saludable? Difícilmente.
Para quien demanda, porque nunca experimenta la amistad desde la madurez que sabe aceptar un “no” sin leerlo como traición. Y para quien concede, porque su propia voz queda apagada detrás de la “pena” o la culpa.
En el fondo, ambas personas terminan atrapadas en una dinámica que confunde cariño con disponibilidad, afecto con sacrificio.
Quizá el punto de partida para romper ese ciclo está en entender que decir “no” no significa querer menos, sino querer distinto.
Y que una amistad verdaderamente sólida no debería necesitar excusas, sino confianza para sostener incluso el espacio que duele.
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