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CLARA VILLARREAL
¿Imagen o Percepción?
Por: CLARA VILLARREAL

Publicado el

Cuando el racismo se disfraza de arrogancia

En México la hospitalidad es un valor, pero el respeto mutuo también. Un reciente caso con racismo nos recuerda por qué.

“En México somos hospitalarios, pero jamás sumisos

La Ciudad de México fue testigo de una escena que, aunque breve, sacudió fibras profundas: una mujer, Ximena Pichel, de origen argentino, insultó a un agente de tránsito por simplemente cumplir con su deber. 

Lo que debió ser una interacción cívica se convirtió en un acto de desprecio, con insultos clasistas y racistas que no solo ofendieron a un trabajador público, sino a todo un país que observa, con dolor e indignación, cómo se pisotea la dignidad de uno de los suyos.

En México somos conocidos por abrir las puertas, por recibir con los brazos extendidos. 

Nuestra calidez es parte del ADN nacional. Pero esa amabilidad no debe confundirse con sumisión.

Quien llega a esta tierra es bienvenido, sí, pero también se espera de él o ella el mismo respeto que damos. 

Porque aquí no se trata de nacionalidades, se trata de humanidad.

¿Cómo actuó el policía para con la mujer?

El agente no levantó la voz, no reaccionó con violencia. Su templanza fue más elocuente que cualquier grito. Representó a miles de mexicanos que trabajan en silencio, que soportan el peso de la crítica pública, la exposición y muchas veces el desprecio, por hacer cumplir las reglas. 

Un país sin ley no es libertad, es caos

Y defender a quienes hacen valer la ley es defender la estructura misma de nuestra convivencia.

Aquí no se trata de nacionalidades, sino de principios. Los mexicanos somos hospitalarios. Nuestra tierra es hogar para miles de extranjeros que eligen construir aquí su vida. 

Pero ese mismo espíritu generoso exige respeto.

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Cuando el sentido se diluye

¿Qué accionar tuvo la mujer contra la autoridad?

Quien llega a México, llega también a cumplir nuestras leyes, a honrar nuestras instituciones y a convivir con dignidad.

Nadie, sea de donde sea, tiene derecho a menospreciar o humillar a un servidor público que cumple su labor. 

Mucho menos con tintes racistas.

Las palabras que esta mujer utilizó no solo son ofensivas: son una forma de violencia verbal que perpetúa estigmas y discrimina a quienes, muchas veces en condiciones adversas, se esfuerzan por mantener el orden en nuestras calles.

No se trata de un caso aislado. Este episodio revela una mentalidad que aún habita en muchas esferas: la creencia de que el estatus económico o el origen geográfico otorgan superioridad moral.

Pero México ya no es tierra fértil para esas ideas. 

Hoy nos toca hablar con firmeza para poner límites, exigir consecuencias y al mismo tiempo, seguir siendo ese país generoso, pero con memoria así como con voz.

Porque cuando insultas a uno de nuestros servidores públicos, insultas la idea misma de un México que quiere avanzar. 

Porque el respeto no se suplica, se exige. Y porque los privilegios no pueden pisotear la dignidad.

¿Qué llamado se hace para pedir respeto?

Este no es un llamado a la confrontación, sino a la conciencia

A los extranjeros que han encontrado aquí una nueva patria: sean bienvenidos, pero nunca a costa de denigrar a quienes hacen posible que México funcione. 

En esta tierra cabemos todos, pero no caben la arrogancia ni el desprecio.

Porque el respeto a México empieza por respetar a su gente.

Quien escoge vivir aquí, debe entender que no solo está mudándose de país, sino también de valores

Y en esta tierra, uno de ellos es el respeto al otro, sin importar su uniforme, su color de piel o su labor. 

Porque el verdadero desarrollo de una sociedad no se mide por sus avenidas, sino por cómo se trata a quien las cuida.

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