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¿El gobierno provoca… o la ciudadanía despierta?
En las últimas semanas pareciera que Morena está tensando la cuerda con la ciudadanía...
En las últimas semanas pareciera que Morena está tensando la cuerda con la ciudadanía, y empieza a sentirse un distanciamiento real, casi un divorcio emocional, entre la gente y el gobierno en el poder.
Hace quince días escribí en esta columna que la muerte—la trágica y evitable muerte—de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, abatido en un evento público, cambiaría por completo la narrativa de la comunicación política en México.
Y NO FALLÉ.
El pasado fin de semana fuimos testigos de una marcha cuestionada, minimizada, desestimada y hasta ninguneada desde el poder. Sin embargo, esa misma marcha llenó las calles de las principales ciudades del país. Y como siempre, la movilización con mayor estruendo fue la que llegó al Zócalo capitalino, que amaneció cercado con enormes vallas, generando tumultos, tensión e indignación colectiva.
Desde el gobierno se ha querido sembrar duda sobre quién convocó, si fueron jóvenes centennials o si fue una reacción orgánica. Pero lo cierto es que la indignación ciudadana tras el asesinato de Carlos Manzo fue el verdadero motor de la convocatoria. Un pueblo lastimado salió a las calles sin pedir permiso.
Lo reitero: este evento cambió la narrativa de la comunicación en México.
Hoy, la ciudadanía ya no compra tan fácil las cortinas de humo. La estrategia para desviar la atención —la que intentó usar la presidenta— ya no tiene el efecto automático de años anteriores. Si insiste en esa ruta, esas cortinas tendrán que ser mucho más ingeniosas y mucho más potentes, porque el pueblo mexicano pareciera que está despertando.
México, bajo el mandato de la primera mujer en la Presidencia, ha enfrentado en este primer año retos políticos, crisis de credibilidad y confrontaciones con la ciudadanía. Y a diferencia de su antecesor, el expresidente Andrés Manuel López Obrador —que burlaba con astucia y oficio los embates ciudadanos— la presidenta Claudia, aún no encuentra ese ritmo.
De manera personal, sostengo que su postura ante el asesinato de Carlos Manzo le costó una caída en su aprobación, un golpe del que dentro de Palacio Nacional sí están preocupados, especialmente sus estrategas.
Hoy es un momento clave para el gobierno: deben hacer un corte de caja profundo, replantear su narrativa, recuperar sensibilidad y reconectar con un país que está cansado, dolido y cada vez menos dispuesto a tolerar la indiferencia.




