Con esta flor nativa de Tamaulipas se pueden elaborar artesanías de gran valor
Esta flor, propia del semidesierto tamaulipeco, no solo florece en paisajes áridos, también nutre una tradición artesanal con siglos de historia y gran reconocimiento.

Entre los paisajes secos del altiplano tamaulipeco crece una planta que, aunque parece modesta, encierra un enorme valor cultural y económico.
Se trata de la pita, una especie de agave que da origen a una de las fibras más finas utilizadas en la talabartería mexicana.
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Desde hace décadas, artesanos del estado convierten su fibra en filigranas brillantes que decoran cinturones, monturas y botas, elevando el nombre de Tamaulipas a nivel internacional.
¿Qué es la pita y dónde se encuentra en Tamaulipas?
La pita es una planta fibrosa de la familia de los agaves, que crece de forma silvestre en zonas áridas de Tamaulipas, particularmente en los municipios del altiplano como Tula, Jaumave y Bustamante.
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Su floración ocurre en tallos altos que pueden alcanzar hasta 6 metros de altura, y aunque la planta muere después de florear, su aprovechamiento artesanal comienza justo ahí.
A partir de la penca y el tallo, se obtiene una fibra blanca, resistente y brillante, muy apreciada por su durabilidad y belleza.
¿Qué se hace con la pita y por qué es tan valorada?
La fibra de pita se hilvana, tiñe y borda con técnicas tradicionales sobre artículos de cuero como fajillas, sillas de montar, cinturones, carteras, fundas y botas.
Este trabajo minucioso, conocido como “bordado en pita”, puede tardar días o incluso semanas por pieza, dependiendo de la complejidad del diseño.
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El resultado es un acabado único, que brilla como si fuera metal y resiste el uso rudo, razón por la que es muy buscado por coleccionistas y vaqueros en todo el país.
¿Cómo se preserva esta tradición artesanal en Tamaulipas?
En localidades como Tula y Palmillas, aún existen familias que se dedican al bordado en pita como oficio principal.
Además, instituciones como el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes y el FONART han impulsado programas de capacitación y promoción para que las nuevas generaciones aprendan el proceso, desde la recolección hasta el bordado.
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Incluso, algunas piezas artesanales bordadas con pita han sido exportadas a Europa y Estados Unidos, representando al arte mexicano en ferias internacionales.
La flor de pita no solo es parte del paisaje seco del altiplano tamaulipeco. Es símbolo de una cultura que transforma lo silvestre en arte, lo rudo en fino, lo ordinario en invaluable.
Mientras existan manos que sepan extraerle su alma y convertirla en hilo, la pita seguirá bordando el orgullo de Tamaulipas sobre cada cuero trabajado con paciencia y amor.