"Tron: Ares": una metáfora sobre el valor de la mortalidad I CRÍTICA
"Tron: Ares" transporta a los espectadores a un viaje lleno de luces neon, música pegajosa y unos protagonistas bastante carismáticos

Cada cierto tiempo, una nueva entrega de “Tron” llega a la gran pantalla para servir como espejo de nuestra sociedad. Aunque no es una franquicia masiva en términos de taquilla, sus películas han alcanzado estatus de culto por la forma tan particular en que abordan sus temáticas.
Este año, bajo la dirección de Joachim Rønning, “Tron: Ares” llegó con un nuevo protagonista, historia y elenco para hablar sobre el valor de la mortalidad y lo afortunados que somos de poder sentir, experimentar y atesorar recuerdos que nos marcan de por vida.
Sin embargo, el resultado ha dividido tanto a público como a crítica: algunos la consideran una aventura visualmente fascinante, mientras otros no lograron conectar con su mensaje. A continuación, mi opinión personal desde POSTA Entretenimiento.
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¿Cuál es la historia de “Tron: Ares”?
En su intento por completar el legado de su hermana, "Eva Kim", interpretada por la protagonista de "Vidas Pasadas", una brillante programadora, logra descifrar “El Código de Permanencia”, un archivo capaz de permitir que cualquier programa proveniente de "La Red" cobre vida en el mundo real.
En paralelo, el joven "Jack Dillinger" busca demostrar su valía como nuevo CEO de la empresa familiar, por lo que crea a "Ares" y "Athena", dos inteligencias artificiales con conciencia propia, entrenadas para matar y localizar el código, con el fin de construir un ejército imparable.
Durante su travesía, "Ares" descubrirá que los humanos poseen algo que ninguna máquina puede replicar: la capacidad de vivir experiencias únicas, sentir dolor, amor y propósito. Este hallazgo lo llevará a rebelarse contra su creador y buscar su propia humanidad.
¿La película tropieza al intentar transmitir su mensaje?
Los guionistas Jesse Wigutow y Jack Thorne deciden enfocar la trama en una reflexión sobre la mortalidad y la conexión emocional como esencia del ser humano. Una idea poderosa, aunque su ejecución no siempre logra sostenerse.
El ritmo apresurado del guion provoca que varios momentos que deberían sentirse trascendentales pierdan peso. Las escenas emocionales pasan tan rápido que no hay tiempo para conectar con los personajes, ni para que sus arcos se desarrollen plenamente.
Aun así, hay un detalle que pocos destacan: el impecable trabajo visual y de diseño. Los vestuarios, colores y texturas fortalecen el mensaje central, compensando las deficiencias narrativas y aportando a la historia.
¿El filme se sostiene gracias a su reparto?
Uno de los mayores aciertos de “Tron: Ares” es su elenco. Jared Leto y Greta Lee logran una química brutal e interpretaciones cargadas de carisma. Su dinámica resulta tan magnética que cada vez que comparten pantalla elevan el nivel de la cinta.
Sin embargo, Evan Peters, a pesar de su gran capacidad actoral, se ve limitado por un guion que no le ofrece suficiente material. Su villano resulta olvidable y carece de la amenaza que el papel exige. Incluso Athena, planteada como la fuerza física de la historia, al final se siente plana.
¿Un espectáculo visual a la altura del legado?
Confieso que tenía mis dudas respecto al trabajo de Nine Inch Nails, temiendo que su estilo no estuviera a la altura del icónico soundtrack de Daft Punk. Pero me equivoqué: el dúo logra rendir un homenaje respetuoso al legado sonoro de “Tron: Legacy”, con sintetizadores envolventes y atmósferas eléctricas que elevan cada secuencia.
A esto se suman efectos visuales notables, aunque no tan detallados como en la entrega anterior, que mantienen estables durante toda la cinta. Las luces neón y los paisajes digitales siguen siendo los protagonistas indiscutibles, dando vida a un espectáculo visual hipnótico.
¿Hay futuro para la franquicia de “Tron”?
Pese a sus fallos, “Tron: Ares” es una experiencia visualmente atractiva, llena de energía, guiños a los fanáticos de antaño. Su escena postcréditos promete nuevos horizontes para este universo, quizás con una dirección más sólida y un mensaje más claro se vuelvan en clásicos.
En definitiva, es una película imperfecta pero valiosa, que reafirma que incluso en la era digital, la humanidad sigue siendo el código más difícil de replicar a pesar de todo.
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