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La industria del deseo

¿Por qué nos interesa tanto la vida de las “celebridades”… cualquiera que sean éstas?

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Por: Carolina Hernández

SAN PEDRO GARZA GARCÍA, Nuevo León.- Hola, qué tal, yo soy Carolina Hernández y este es Sin Esdrújulas, tu micro mini podcast en el que escribo cosas que luego leo para no dejar espacio a malas interpretaciones y hoy quiero hablarles de la especulación ociosa sobre las figuras públicas y su vida (o incluso, su muerte).

¿Por qué nos interesa tanto la vida de las “celebridades”… cualquiera que sean éstas?

De acuerdo con los antropólogos, la cultura de la celebridad tiene sus raíces en los instintos humanos más básicos.

En otros primates, por ejemplo, las jerarquías sociales se basan normalmente en la dominación, que es diferente al prestigio, pues implica temor y amenaza de violencia.

Los individuos ceden ante animales más dominantes pues si no les dejan tener lo que quieren, se percibirá que están desafiando su estatus, que defenderán por la fuerza.

Las personas tenemos, aparte de esa jerarquía, lo que se llama antropología del prestigio y el prestigio surge voluntariamente. Se otorga gratuitamente a las personas en reconocimiento de sus logros en un campo en particular y no está respaldado por la fuerza.

Admiramos a personas por ese prestigio que les dimos, aunque mcuhas veces no sea por las mejores razones.

Y entonces, queremos saber todo sobre lo que les pasa. Se crea la industria del deseo.

Deseo saber qué ropa usa, que colores le gustan, qué come, cómo y con quien duerme… Pero luego no distinguimos los límites y les negamos el derecho a la intimidad.

El derecho humano a tener una vida privada, a tener secretos, a no querer mostrarse por completo.

Y entonces, cuando les pasa algo empezamos con esta especulación ociosa. Empezamos a inventar teorías sin importarnos si esto les lastima o si les causa pena a sus seres más cercanos. No nos importa porque necesitamos opinar.

Pasó con Kate, la princesa de Gales y el montón de historias que se hicieron sobre por qué no aparecía en público, tanto así, que se vio obligada a compartir que tiene cáncer y que se está sometiendo a 'un tratamiento de quimioterapia preventiva’.

Quizá Kate quería pasar ese proceso en intimidad, quizá está tan asustada que prefería no compatirlo, quizá solo tiene miedo… pero no se le permitió porque es una figura pública y al parecer cualquier personaje de interés público, deja de ser una persona con derecho a la intimidad.

Y pasó también con Elena Larrea, ese mujerón que luchó con todo para crear Cuacolandia, un paraíso de la lucha animalista, pero a quien ni muerta se le deja descansar con especulaciones sobre lo que le “realmente” le pasó. Y de verdad entiendo que en este caso haya dudas, sobre todo en un país como el que vivimos… pero antes de lanzar teorías sobre su muerte ¿hemos pensado si eso lastima a sus seres queridos? ¿si vulnera su derecho a la intimidad? No, porque nos urge opinar.

Así que mi reflexión es que pensemos un poco más antes de lanzar nuestras hipótesis sobre las vidas ajenas, porque quizá podríamos usar ese tiempo, no sé, en algo que sí tenga qué ver con nosotras.

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