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¿Cuándo pasamos de ser jóvenes promesa a promesas rotas?

De jóvenes promesa a promesas rotas: un tuit viral refleja el desencanto de una generación.


Publicado el

Por: Fernando Bustos

La semana pasada vi un tuit que decía: “Pensar que a los 22 años logré ser editora de La Jornada de Morelos y ahora, a mis 29, estoy desempleada sin saber qué hacer con mi vida. Al punto en que llegué a plantearme trabajar en un call center. Mamá, ya no soy una joven promesa”. El tuit se volvió viral. Y no por insólito sino porque muchas personas se vieron reflejadas.

Como en el trend de Rosa Pastel, lo que aparece ahí es esa mezcla de frustración y desesperación que sentimos cuando la adultez no cumple lo que prometía. Cuando empezamos con el pie derecho en el mundo laboral, solo para descubrir años después que estamos peor que al principio.

No es un caso aislado. Es una sensación extendida: la de ser una generación que creyó que iba por buen camino hasta que el camino se acabó. De ahí que se hable del sentimiento de ser joven y pensarse joven promesa a luego ser adulto y sentirse una promesa rota, un sueño incumplido, una posibilidad mutilada.

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Vivimos en un mundo tan inestable que tener un trabajo ya no garantiza nada. Hoy los empleos ya no son para toda la vida, los contratos son temporales, y si pasas de los 40, muchas empresas ni siquiera te quieren entrevistar. El agresivo modelo capitalista ha devorado no sólo nuestra energía sino también nuestra imaginación.

Ese impulso de crear, de crecer, de soñar, se ve asfixiado por la lógica de producir, competir y rendir porque lo que el sistema nos dice frecuentemente es que somos reemplazables y prescindibles.

Y no es que la gente no quiera trabajar. Es que somos algo más que fuerza laboral, algo más que una cosa que trabaja. Somos personas con deseos, con proyectos, con ganas de hacer algo que nos dote de sentido.

Sin embargo vivimos en una estructura que nos obliga a sobrevivir antes que a vivir mientras nos hace sentir una prolongada inestabilidad laboral.


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