25 años boleando frente al poder: la historia de Miguel Hernández
Por más de dos décadas, Miguel ha lustrado los zapatos de funcionarios, secretarios e incluso de un expresidente. Hoy resiste, con brocha y grasa, frente a Palacio Nacional.

Desde hace más de 25 años, Miguel Hernández llega antes de las siete de la mañana justo frente a Palacio Nacional (donde todos los días se realiza "La mañanera del pueblo" checa como se vive) Con su caja de bolear, brochas y grasa, espera bajo el sol (y a veces la lluvia) a que comience "la hora buena", ese momento, dice, que inicia a las nueve cuando los trabajadores del gobierno entran a laborar.
Su jornada puede durar hasta las cinco de la tarde, dependiendo del clima… y de la cantidad de zapatos por brillar, en un día bueno hace 30 pares y en uno flojo 15.
A lo largo de los años, ha atendido a todo tipo de clientes: empleados, funcionarios de alto rango e incluso al expresidente Vicente Fox, de quien fue el boleador oficial en Los Pinos.
He entrado con los secretarios de Hacienda y fui bolero del presidente Fox Quesada en la residencia oficial de Los Pinos"
Miguel Hernández -
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¿Cómo llegó a ser el bolero de un presidente?
Miguel aprendió el oficio dentro del mismo Palacio Nacional, siguiendo los pasos de sus hermanos. “Yo tenía familiares adentro de Palacio boleando y ellos fueron los que me enseñaron", recuerda.
Con el tiempo, su buen trabajo llamó la atención del círculo cercano de Vicente Fox, quien ya llevaba dos años como presidente cuando lo invitaron a trabajar directamente en la residencia oficial.
"Ahí yo tenía un horario, me contrataron de oficina como empleado de Presidencia", relata. Su labor era atender al presidente, su esposa y colaboradores cercanos.
Uno trataba de hacer lo mejor, saber de quién son (los zapatos), pero pues un trato especial solo era sabiendo que los primeros tenían que ser los del señor presidente o de la señora”.
Miguel Hernández -
¿Qué cambió con la llegada de López Obrador?
La historia dio un giro con el cambio de sexenio. A diferencia de años anteriores, Miguel ya no puede ingresar a las instalaciones de Palacio Nacional. “Desde que estuvo el expresidente López Obrador ya no nos quisieron allá adentro, por lo mismo, por seguridad, según ellos”, explica.
Aunque esto representó un obstáculo logístico, su reputación le ha permitido conservar a buena parte de su clientela ya que muchos salen a la calle solo para buscarlo.
Sí es un poco más difícil porque la gente que entra a trabajar se le complica salir a lustrar el calzado y cuando uno andaba ahí adentro era más fácil porque iba a su oficina y sí había más movimiento”,
Miguel Hernández -
Aún así, sus clientes le son fieles:
Mis clientes, la mayoría son de Palacio, de gente que llega con algún funcionario y aprovecha para bolearse”.
Miguel Hernández -
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¿Qué diferencias hay entre bolear a un funcionario y a un ciudadano?
Miguel reconoce que el calzado también cuenta una historia.
Sí hay bastante diferencia, por ejemplo los zapatos de marca de diseñador… no caminas mucho como uno, no se gastan tanto como cuando uno anda para arriba y para abajo”
Miguel Hernández -
Asegura que la imagen lo es todo:
Hay gente que viene bien vestida, bien trajeada, pero con unos zapatos sucios. Sí se ve mal. Con unos zapatos limpios se ve bien una persona”.
Miguel Hernández -
¿Y boleó los zapatos de AMLO?
Sobre si en alguna ocasión boleó los zapatos del expresidente López Obrador, responde con cautela:
Nunca se acercó, pero en diversas ocasiones me dieron pares de zapatos a bolear. No preguntaba de quién eran, pero me imagino que sí, porque sí llegaban zapatos muy sucios, como de los de gira”.
Miguel Hernández -
¿Qué significa ser bolero hoy en CDMX?
El oficio de bolero tiene una historia larga en México. Surgió con fuerza entre los años 30 y 40, como parte de la economía informal que dio sustento a miles de familias. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas incluso se fundó la Unión de Aseadores de Calzado del entonces Distrito Federal.
Aunque hoy es menos común verlos (así como los organilleros que podrían dejar de existir), boleros como Miguel siguen vigentes. “Dedicándose y echándole ganas, cualquier trabajo es bueno, el chiste es echarle ganas”, afirma, convencido de que mientras existan zapatos sucios y clientes exigentes, su banco y su brocha seguirán esperando afuera de Palacio Nacional.
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