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CDMX

San Felipe de Jesús: así nació y creció el tianguis de CDMX más grande de Latinoamérica

Inició como un pequeño espacio con pocos vendedores que ponían su mercancía en el piso y con el paso de los años se convierte en el más grande de la CDMX y Latinoamérica.


Mercado de la San Felipe de Jesús en CDMX.     FOTO: FB “lasanfe”
Mercado de la San Felipe de Jesús en CDMX. FOTO: FB “lasanfe”

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Por: Iván Macías

Lo delimita al oriente la avenida león de los Aldama, colindando con Nezahualcóyotl; al sur Villa de Ayala y Ocotlán; al poniente con gran canal y al norte la avenida ejido, justo en las inmediaciones del mercado 25 de julio. 

Aunque al paso de los años diversas calles aledañas han visto crecer al tianguis hasta llegar al tamaño actual, es un espacio por donde no cabe ni un puesto más y en el que la oferta comercial va desde las herramientas y todo lo relacionado con las ferreterías y plomerías; hasta la ropa, accesorios, chácharas y una extensa propuesta gastronómica.

 
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¿Cuándo inició operaciones el enorme tianguis de San Felipe de Jesús en CDMX?

En 1962, menos de 20 habitantes del barrio, que tenía un par de años establecido, comenzaron a vender herramientas usadas. Poco a poco fue creciendo la que originalmente se llamó “Unión emancipadora” y que después adquirió el nombre de ese barrio que a 63 años de antigüedad se mantiene vigoroso.

Con el tiempo, este mercado de herramientas se transformó en un corredor comercial masivo de aproximadamente siete kilómetros de longitud. Hoy en día, se le considera el tianguis más grande de América Latina, con unos 30,000 vendedores y recibiendo a cerca de 500,000 visitantes cada domingo.

¿Solo se venden herramientas en el tianguis de San Felipe de Jesús en CDMX?

Don Justo, con el sol de la mañana pegando en su rostro, acomoda una vieja llave de cruz sobre su mesa. Sus manos, curtidas por más de 30 años en el negocio, conocen cada imperfección, cada historia detrás de cada herramienta.

Este tianguis no solo es su lugar de trabajo, es el escenario de su vida, un espacio que ha visto transformarse desde la efervescencia de antaño a la silenciosa batalla de hoy. 

Su puesto de herramientas usadas se ubica a unos pasos del mercado 25 de julio y sale a vender todos los días y no solo el domingo del icónico tianguis, para él sus herramientas y chácharas tienen un pasado, es un claro reflejo del cambio económico que golpea a los comerciantes tradicionales.

“Antes, la gente venía a buscar la herramienta que su papá usaba, la de calidad que ya no se encuentra en las tiendas”, relata Don Justo con una voz que mezcla nostalgia y resignación. “Ahora, la gente prefiere buscar en el internet o comprar algo nuevo y más barato, aunque les dure poco”.

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Pero el tianguis no solo es un lugar de transacciones comerciales. Es un festín para los sentidos, un universo de sabores y olores que invitan a perderse entre sus pasillos.

Desde los primeros puestos, el aroma de la carne asada se mezcla con la barbacoa, la pancita y hasta alimentos como las “tapas” o “baguettes” que emergen de los gustos de los clientes jóvenes.

 Los clientes se detienen a degustar tacos de canasta de chicharrón, papa o frijol, o a disfrutar de una tostada de pata crujiente con crema y salsa picante.

La oferta gastronómica es tan diversa como la gente que lo visita: hay gorditas, quesadillas, pambazos y sopes que desbordan de guisados tradicionales como tinga, mole o rajas con queso.

¿Y las miches también se venden en el tianguis de San Felipe de Jesús en CDMX?

Lamentablemente, la vibrante cultura culinaria tiene una sombra. En muchos tianguis de México, la venta de bebidas alcohólicas, en particular la cerveza y los cocteles, se han convertido en una problemática recurrente. 

A pesar de las regulaciones que prohíben su venta en la vía pública, es común encontrar puestos que ofrecen desde cervezas embotelladas hasta las famosas “licuachelas” y “micheladas”. O también los populares “azulitos” y “mojitos”, lo que ha generado tensiones con las autoridades y ha sido motivo de debate sobre la seguridad y el ambiente familiar en estos espacios.

El futuro del tianguis: resistencia y adaptación

La historia de Don Justo es la de muchos otros comerciantes que ven cómo su sustento se tambalea ante los nuevos modelos de consumo. La clientela ha cambiado, la inmediatez se impone sobre la tradición y el internet se presenta como un competidor invisible pero poderoso.

A pesar de ello, el tianguis resiste. Es un símbolo de la economía informal, un refugio para quienes buscan un precio justo y un punto de encuentro para la comunidad.

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Mientras Don Justo limpia una llave inglesa con un trapo, un joven se acerca a preguntar por un juego de desarmadores. Tal vez no compre nada, pero la interacción, la posibilidad de ver y tocar el producto, de escuchar la historia que Don Justo tiene que contar, es lo que mantiene vivo el espíritu del tianguis.

Es una forma de resistencia, una lucha diaria por preservar una tradición que se niega a morir.

El tianguis se instala exclusivamente los días domingo, pero a diario encuentras a pequeños comerciantes que luchan a diario por su sustento. Esto se ha convertido en una tradición, atrayendo a visitantes no solo de la Ciudad de México, sino también de estados cercanos como Hidalgo y Puebla.

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