La leyenda del perro negro de la colonia Maderera de Durango
Por años un espectro canino atemorizó a conductores y transeúntes nocturnos de Durango, según cuenta la leyenda

En la oscuridad del Durango antiguo, decenas de mitos y leyendas surgieron con el pasar de los años, a través de historias que la gente narra.
Sucesos inexplicables que dominaban la ciudad de Durango durante la noche y las primeras horas de la madrugada, se fueron haciendo del conocimiento público a través de las generaciones, mezclándose la realidad y la fantasía cada vez que eran contadas.
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La leyenda del perro negro de la colonia Maderera de Durango
La colonia Maderera es uno de los asentamientos más antiguos del norte de la capital duranguense, el cual se formó en torno al Santuario de la Virgen de Guadalupe.
Sus calles han visto pasar miles de historias de día y de noche, guardándose en la memoria colectiva las más impresionantes, lo que incluye varias historias inexplicables y leyendas.
Una de esas historias era la del perro negro que vagaba por las noches en las calles de la colonia Maderera, con un semblante espectral que atemorizaba a todo aquel que se cruzara en su camino.
Narraciones que dieron vida a la leyenda del perro negro de Durango
Fueron varios los conductores y transeúntes que, a altas horas de la noche, encontraron en su camino a un perro negro de gran tamaño. Generalmente se le describe de pelo corto, muy grande para ser un perro, y con una mirada atemorizante y extrañamente refulgente.
Luis, un conocido músico de la ciudad, se topó con ese perro durante su juventud, a principios de la década de los 80s, una noche mientras regresaba a su casa después de una fiesta.
Conducía de norte a sur por la calle actualmente conocida como Puerto de Ensenada, cuando un enorme perro negro se atravesó en su camino.
Se trataba de un cánido oscuro, enorme, que miró fijamente al conductor con una luminosidad inquietante en sus ojos, profundos e iracundos. Fue demasiado tarde para frenar, por lo que claramente pudo sentir cómo golpeó al perro y luego le pasó encima.
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Preocupado por el can, Luis se detuvo para revisarlo, pero no encontró absolutamente nada. Ni cerca, ni a lo lejos, ningún animal ni tirado ni huyendo.
Lo que más le sorprendió al músico fue el sepulcral silencio que se apoderó de la calle en ese instante. Ni un solo murmullo nocturno de esos que a veces suenan a lo lejos, ni grillos, ni automóviles, ni el sonido del viento.
Regresó Luis a su vehículo y continuó su camino de regreso a su casa. Ahí revisó el coche sin encontrar ni rastro del fuerte golpe que claramente había sentido al arroyar al perro.
Tiempo después, compartiendo la historia del extraño encuentro, varios de sus conocidos aseguraron también haberse topado en alguna ocasión con un ejemplar similar, cuya mirada eriza la piel y en un abrir y cerrar de ojos ya no se encuentra por ningún lado.
¿Qué o quién era ese perro negro que atemorizaba a los trasnochadores de Durango?
Hay quienes aseguran que el perro era un conocido nahual de la colonia Maderera, que poseía la habilidad de convertirse en varios animales y proyectarse astralmente.
Conforme fue pasando el tiempo, fueron cada vez menos los relatos de encuentros con el perro negro, por lo que muchos seguían creyendo que se había tratado de un brujo que a inicios del siglo XXI ya no vivía y, por lo tanto, sus recorridos nocturnos habrían cesado.
Otros aseguran que se trataba de un espectro de mal agüero que marcaba a quienes lo avistaban. Para evitar cualquier mal que el perro pudiera traer a sus vidas tenían que buscar ayuda de chamanes o brujas blancas para limpiar su energía.
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