El nanchi silvestre: fruto nativo de El Mante que resiste al olvido
Con su sabor agridulce y aroma intenso, este pequeño fruto sigue formando parte de las tradiciones rurales y la medicina popular del sur de Tamaulipas.

En las huertas, montes y patios de El Mante todavía crecen árboles que han alimentado a generaciones: los de nanchi, un fruto nativo que florece con las lluvias y madura bajo el sol abrasador de la región. Aunque ha sido desplazado por frutas comerciales, el nanchi conserva su lugar entre las tradiciones de las comunidades rurales.
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Hoy, ambientalistas y productores buscan revalorar su uso gastronómico, medicinal y ecológico.
¿Qué es el nanchi y por qué es nativo de El Mante?
El nanchi (Byrsonima crassifolia), también conocido como nanche o nance, es un fruto pequeño de color amarillo dorado que crece en árboles de hasta 10 metros. Es nativo de Mesoamérica y se encuentra de forma silvestre en diversas regiones de Tamaulipas, pero particularmente en El Mante y sus ejidos, donde crece sin cultivo, en laderas y caminos rurales.
Su sabor es fuerte y característico: mezcla de dulce, ácido y un toque fermentado, lo que lo hace ideal para preparaciones como licores caseros, aguas frescas, mermeladas y conservas en piloncillo o alcohol.
¿Qué usos tradicionales tiene este fruto en la región?
Los habitantes de ejidos como El Limón, La Aguja y El Naranjo aún utilizan el nanchi como remedio natural contra diarreas, dolores estomacales y picaduras de insectos, preparando infusiones con su corteza o fermentando el fruto.
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También es frecuente en celebraciones religiosas y ferias ejidales, donde se venden en frascos con aguardiente, como botana o como ingrediente de aguas frescas. Además, algunos productores están comenzando a rescatar recetas ancestrales, como el dulce de nanchi en miel y las nieves artesanales, que antaño se vendían en carretillas por el centro de El Mante.
¿Se está perdiendo este fruto en la cultura local?
Desafortunadamente, el avance de cultivos industriales y el desinterés de las nuevas generaciones han hecho que el nanchi pierda protagonismo en la dieta local. Muchos árboles han sido talados o ignorados, y su recolección es cada vez menos común.
No obstante, asociaciones rurales y activistas ambientales han propuesto incluir el nanchi en programas de educación ambiental, huertos escolares y rutas agroecoturísticas, argumentando que es un símbolo vivo del sur de Tamaulipas y una alternativa económica y sostenible para pequeños productores.
El nanchi no es solo un fruto: es memoria, raíz y sabor de una tierra que resiste entre cañaverales y montañas. En El Mante, donde el sol pega fuerte pero la tradición es más fuerte aún, vale la pena voltear a ver este regalo del monte antes de que se pierda entre el olvido y el asfalto. Porque a veces, lo más pequeño guarda el mayor legado.