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Pobreza de tiempo en CDMX: el 57% vive sin descanso ni vida personal

Más de la mitad de quienes habitan la CDMX no tienen tiempo para descansar, aprender o convivir: viven atrapados en la pobreza de tiempo.

Trabajadores caminando por bellas Artes en la CDMX. Foto: Paola Atziri
Trabajadores caminando por bellas Artes en la CDMX. Foto: Paola Atziri

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Por: Paola Paz

En la Ciudad de México, correr, llegar tarde, ir apretados en el Metro o pasar horas entre tráfico ya no son solo escenas cotidianas: son síntomas de un fenómeno que afecta a más de la mitad de la población. Se llama pobreza de tiempo y explica por qué tantos capitalinos sienten que la vida no les alcanza.

Un estudio de EVALÚA CDMX (Evaluación integral de la política de seguridad ciudadana de la Ciudad de México) revisó datos de 2018 a 2024 y reveló que el 57% de las personas que vivimos en la ciudad no disponemos de tiempo para actividades fuera del trabajo.

Este fenómeno, aparentemente individual, en realidad está profundamente ligado a las condiciones socioeconómicas, de movilidad y de desigualdad de género que caracterizan a la capital.

¿Qué es la pobreza de tiempo?

La pobreza de tiempo ocurre cuando una persona dedica tantas horas al trabajo o a trasladarse que prácticamente no le queda espacio para nada más. No hay descanso. No hay vida personal. No hay salud mental, convivencia familiar o aprendizaje. En otras palabras, es cuando el día se reduce a sobrevivir: trabajar, transportarse y dormir.

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En ciudades densas y desiguales como la CDMX, la combinación de largas jornadas laborales y trayectos interminables crea un ciclo que consume el tiempo disponible. Quienes lo padecen no solo están cansados: están viviendo en automático.

¿A quién le afecta la pobreza de tiempo?

Aunque cualquiera puede vivir pobreza de tiempo, no impacta a todas las personas por igual. De acuerdo con el Inegi citado por la doctora Karina Villa, durante la presentación del Primer Informe Anual del Centro de Estudios de Género y Feminismos (Cecrige), 62.9 %de las mujeres enfrenta pobreza de tiempo ante el 7.1% de los hombres que la padece.

¿Por qué? Muchas cumplen doble o triple jornada. Trabajan en un empleo formal o informal, pero además realizan labores de cuidado, tareas del hogar y acompañamiento familiar. Todo esto sin recibir remuneración y enfrentando una brecha salarial que persiste.

Además, existe una relación directa entre el ingreso y la disponibilidad de tiempo libre. Para aumentar sus ingresos y satisfacer necesidades básicas, los hogares de bajos recursos a menudo deben sacrificar su tiempo, lo que resulta en jornadas laborales prolongadas o múltiples empleos.

Asimismo, las personas que residen en las periferias de la CDMX enfrentan tiempos de traslado significativamente más largos hacia sus lugares de trabajo y servicios esenciales. Esto consume una parte considerable de su día, limitando su tiempo disponible para el descanso, el ocio, el cuidado personal y otras actividades no remuneradas.

En resumen: quienes menos ganan y quienes más cuidan, son quienes menos tiempo tienen para sí mismos.

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¿Por qué los traslados son un factor central?

En la CDMX, el tiempo de traslado define literalmente la vida de millones. No es raro que una persona pase entre 2 y 4 horas al día moviéndose: combi–metro–caminata–tráfico.

Sumado, equivale a un turno laboral no remunerado. Es tiempo que se esfuma y que no vuelve: tiempo que podría destinarse a descansar, convivir, estudiar o simplemente no hacer nada.

Esta movilidad forzada afecta el bienestar físico y emocional, y profundiza las desigualdades. A mayor distancia y peor transporte, menor calidad de vida. 

¿Por qué no debería normalizarse la pobreza de tiempo?

La pobreza de tiempo no es un rasgo natural de la vida en una gran ciudad; es una consecuencia de políticas de movilidad insuficientes, desigualdades en los cuidados, y esquemas laborales inflexibles. Vivir cansados no debería ser el precio de habitar la capital.

Si la ciudad no transforma su transporte, sus políticas de cuidados y sus modelos laborales, millones seguirán regalando su vida al trabajo y a los traslados. La pregunta es inevitable: ¿cuánto tiempo real te queda para vivir?

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