En un año aumentó 4% el número de presos en el país
Las cárceles mexicanas y la vida entre violencia, extorsión y crisis del sistema penitenciario.

“Vivir” en el Centro de Reinserción Social de San Miguel, en la capital del estado de Puebla, puede costar 620 pesos mensuales. Eso es lo que paga un reo ordinario: 20 pesos diarios sólo por pasar lista, respirar y caminar en este lugar sin ser molestado, independiente del delito que haya cometido.
Ese “privilegio” es el menor de todo lo que se puede conseguir pagando por ello: un teléfono celular para uso personal tiene una “renta” de 450 pesos semanales; recibir la visita de un amigo no registrado cuesta 150 pesos y tener una “visita íntima” cuesta hasta mil pesos.
¿Cuántas cárceles tiene México?
México tiene 325 prisiones que van desde las cárceles municipales hasta las de máxima seguridad, pasando por las militares y los centros de internamiento juvenil.
En total, en todos los penales del país están internadas unas 242 mil 457 personas privadas de la libertad (ppl) a marzo de 2025, de acuerdo con el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).
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La cifra más reciente representa un aumento del 4 por ciento respecto al mismo estudio del año anterior, cuando fueron 232 mil 859 ppls registradas en el mismo mes.
Del total nacional, se calcula que cuatro de cada 10 personas privadas de su libertad simplemente ven su vida extinguirse en prisión, pues no han recibido sentencia.
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La cárcel como negocio
El penal de San Miguel en Puebla tiene capacidad para albergar a 3 mil 319 internos, y la última estadística es que cohabitan 3 mil 397 personas.
Hace dos años esta cárcel se amplió debido a la sobrepoblación y hacinamiento que existía.
La demanda que tiene esta prisión es que la gran mayoría de los delitos ocurren en la ciudad de Puebla y los presos prefieren estar cerca de sus familias en esta cárcel.
Además, del pago diario por el pase de lista, los presos y sus familias deben pagar para tener servicios, como agua, comedor, teléfono celular, barbero, tatuajes, todo se basa en concesiones y cada una se vendió a algún preso que tuvo la capacidad para pagar.
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Hay otros que se autoemplean, y su trabajo depende de los concesionarios, como acarrear agua, cortar el pelo, llevar comida o limpiar las celdas.
Pero la cárcel poblana sólo es una muestra de una realidad más cruda, y de la que poco se habla, que padecen las cárceles mexicanas, lugares que muchos excarcelados aseguran que son los lugares más parecidos al infierno sobre la Tierra.
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